DIÓGENES
Cuando Diógenes de Sinope (413 – 323 a.C.)
murió, los atenienses le dedicaron un monumento: una columna sobre la que
reposaba un animal (un perro), símbolo del regreso a la naturaleza (o, mejor, a la
autenticidad de la vida) de la que Diógenes
fue profeta, a la par que testimonio. Su vida no fue fácil: el desprecio de los
placeres, el completo dominio del propio cuerpo, la anulación de las pasiones,
de las necesidades y de cualquier vínculo social estable, requieren de un gran
esfuerzo, disciplina, prestancia física y de una indomable tensión moral.
Diógenes
poseía todas estas cualidades, así como una acusada atracción por la sátira, la
paradoja y el humor. Iconoclasta, profanador, contrario a cualquier
tipo de erudición e incluso de cultura, Diógenes siempre prefirió
expresarse mediante la acción, el comportamiento y las elecciones
concretas, más que mediante textos escritos.
PIRRÓN
Nacido en Elide (pequeña
ciudad del Peloponeso) en 365 a.C. y muerto en 275 a.C. Con Anaxarco, gran amigo y filósofo
seguidor de Demócrito, participó en
la expedición de Alejandro Magno a
Oriente (334 a 324 a.C.). En la India tuvo la ocasión de conocer a los filósofos gimnosofistas, literalmente aquellos que alcanzan la sabiduría con el cuerpo y
que hoy en día conocemos como maestros yoga. Pirrón quedó profundamente impresionado
tanto por ellos como por sus doctrinas, así como por la capacidad para
soportar el dolor de los faquires orientales. El escepticismo
(literalmente, búsqueda), corriente
filosófica también conocida, en su honor, como pirronismo, supone una disposición de pensamiento que eleva
la duda al rango de sistema: siguiendo la idea de la absoluta
inexistencia de afirmaciones reales, resulta del todo imposible determinar que
una proposición cualquiera sea verdadera o falsa. Pirrón únicamente dejó escrita una oda laudatoria dedicada a Alejandro, por lo que su pensamiento
sólo puede reconstruirse a partir de los distintos testimonios de sus numerosos discípulos.
43 Cómo vivía
Diógenes, llamado el perro.
EL PROBLEMA: ¿Cómo hay que vivir?
¿Es importante la cultura? ¿En qué consiste la virtud?
LA TESIS: Se han contado
más anécdotas y leyendas de la vida de Diógenes
que de cualquier otro filósofo. Considerando su peculiar forma de vida,
es imposible evitar hacerse una serie de preguntas. ¿Por qué vivía en un tonel?
¿Por qué rehusaba cualquier tipo de comodidad, hasta el punto de vestir sólo
una túnica o de lamer el agua de los charcos, como hacen los perros? ¿Y qué
quería decir con su busco un hombre, su respuesta a todo aquel que le preguntaba por su caminar a plena
luz del día por las calles de Atenas llevando un farol encendido (una costumbre
que le valió ser conocido por sus contemporáneos como Sócrates el Loco) en la mano?
Diógenes fue el primero de
una nutrida pléyade de filósofos que entendieron la sabiduría como el
rechazo de la vida ordinaria. Provistos de una túnica y una escudilla,
orgullosos de su pobreza, vagaban mendigando por las ciudades de Grecia
predicando el ascetismo, el retorno a la vida natural, el abandono de toda
actividad intelectual y el desprecio a las comodidades. Los atenienses
consideraron que tamaña excentricidad, rayana en la locura, era en cambio rica
en amonestaciones, de modo que terminaron por apreciar a Diógenes, quien comía, dormía y realizaba sus necesidades
corporales delante de todo el mundo y sin importarle el lugar. (Los siguientes
pasajes han sido extraídos de La Vida de
Filósofos, de Diógenes Laercio.)
La determinación de
la voluntad supera cualquier obstáculo.
·Una vez llegado a Atenas, Diógenes
fue al encuentro de Antístenes.
Éste, que no aceptaba a nadie como alumno, lo rechazó, y Diógenes decidió perseverar hasta
lograr salirse con la suya. Así hasta que, en cierta ocasión, Antístenes blandió enfurecido su bastón
contra él. Y Diógenes, ofreciendo su
cabeza, replicó: <Golpea, pues no encontrarás madera tan dura que sea capaz
de hacerme desistir de mi empeño en lograr que me digas algo, como creo que
debes hacer>. Desde entonces se convirtió en su alumno, y como desterrado
que era, llevó una vida moderada.
La anulación de
todo deseo.
·En cierta ocasión vio cómo un ratón corría
sin rumbo ni meta (no buscaba un lugar donde dormir, no tenía miedo de la
oscuridad ni deseaba nada de lo que se considera deseable), y de este modo
discurrió el remedio de sus penurias.
La
independencia de las necesidades.
·Según algunos, fue el primero que
redobló su túnica, llevado por la necesidad de dormir envuelto en ella, y
llevaba consigo una escudilla en la que recogía sus viandas. Se servía
indiferentemente de cualquier lugar para toda actividad, ya fuese desayunar,
dormir o conversar. Y solía decir que los atenienses incluso le habían
procurado un lugar en el que recogerse: el pórtico de Zeus y la sala de las
procesiones.
La
autarquía: que cada individuo se ocupe de sí mismo.
· Al principio se apoyaba en un bastón sólo
cuando se encontraba enfermo, pero acabó por llevarlo siempre consigo. No desde
luego en la ciudad, pero sí cuando recorría los caminos, escudilla en mano.
La
riqueza de quien no posee nada.
· He aquí un ejemplo de su razonar: <Todo
pertenece a los dioses; los sabios somos amigos de los dioses; los bienes de los dioses amigos son comunes.
Por eso los sabios lo poseen todo>.
La
religión como evento interior.
· Una vez vio a una mujer suplicando a los dioses de un modo muy poco conveniente. Deseando liberarla de sus
supercherías, se aproximó a ella y le dijo: <¿No crees, oh mujer, que el dios podría estar detrás de ti, pues todo está lleno de su presencia,
y que siendo así deberías avergonzarte por orarle de modo tan irreverente?>.
La
renuncia a la vida social.
· De todos modos, no tenía ni ciudad ni
techo; desterrado de su patria, mendigo y errante, buscaba cada día un pedazo
de pan. Solía decir que oponía a la fortuna el coraje; a la convención, la
naturaleza; a la pasión, la razón. Un día, mientras tomaba el Sol, Alejandro le preguntó: <Pídeme lo
que quieras>. A lo que Diógenes
respondió: <Déjame mi Sol>.
La
resistencia física como valor ético.
· En otra ocasión, pidió a cierto individuo
que le procurase un lugar donde alojarse. Como éste demoraba su respuesta, Diógenes escogió un tonel como
habitación. Y si en verano se revolcaba en la arena caliente, durante el
invierno se abrazaba a las estatuas cubiertas de nieve, buscando siempre
acostumbrarse a las dificultades.
La
elección de la absoluta pobreza.
·Cierto día, tras observar a un niño beber
agua en el cuenco de su mano abierta, lanzó la escudilla que llevaba en la
alforja, diciendo: <Un niño me ha dado una lección de sencillez>. También
se despojó de su plato al ver a otra niña que, al rompérsele el suyo, puso las
lentejas que comía en la concavidad de un trozo de pan.
La
prioridad de la acción sobre el pensamiento.
· Así respondió a alguien que sostenía la
inexistencia del movimiento: se puso en pie y echó a caminar.
44 Diez argumentos
contra la verdad.
EL PROBLEMA: ¿Es posible conocer
la verdad? ¿Son posibles los juicios objetivos?
LA TESIS: El escepticismo,
movimiento filosófico iniciado por Pirrón,
sostiene la imposibilidad de alcanzar cualquier juicio inopinable, universal e
indiscutible. En efecto, dada la incerteza universal que envuelve la naturaleza
del mundo y del hombre, no es posible afirmar ninguna
proposición sin que sea al mismo tiempo posible encontrar pruebas de la
existencia de la proposición contraria. De ahí se concluye que el único
comportamiento correcto que el filósofo puede asumir sea el no tener
opiniones; esto es, la suspensión de todo discurso afirmativo (en griego, epojé). El testimonio que a continuación
se incluye resume los diez tropos
(argumentos) más utilizados en las argumentaciones escépticas.
Lo
que es agradable o útil depende de la especie a que el sujeto pertenece.
· El primer tropo se refiere a la diferencia
de los seres vivos respecto al placer y al dolor, al daño y a la utilidad. De
donde se deduce que dichos seres vivos no reciben las mismas impresiones de los
mismos objetos y, por ello, tal conflicto genera por necesidad la epojé, la suspensión del juicio.
Cada
especie animal percibe el mundo en base al tipo de órganos de los sentidos de
que dispone.
·Algunos seres vivos se originan sin
mezclarse entre ellos, como los que viven en el fuego, el ave fénix o las
lombrices. Otros, a través de la unión de los cuerpos, como el hombre. Dado que unos y otros están formados de manera diversa, también sus
sensaciones son diferentes. Así, por ejemplo, los halcones tienen un sentido de
la vista agudísimo, y los canes un olfato muy sensible.
Cada
especie desarrolla un modo de vida peculiar.
· Así pues, es lógico que a la diferencia en
el sentido de la vista corresponda la diferencia en el sentido de las
expresiones. Y si el tallo es comestible para la cabra, para el hombre en cambio es amargo; y si la codorniz se alimenta de cicuta, ésta es mortal
para el hombre; y si el cerdo come sus excrementos, el caballo no
lo hace.
El
segundo género de argumentos contra la verdad subraya la subjetividad humana.
· El segundo tropo se refiere a las
naturalezas e idiosincrasias de los hombres. Por ejemplo: Demofonte, mayordomo de Alejandro, entraba en calor a la
sombra, mientras que expuesto al sol sentía frío. Androne de Argo, como refiere Aristóteles,
viajaba sin beber a través de los desiertos de Libia.
El
concepto individual de lo útil es siempre subjetivo.
·Por otra parte, hay quien prefiere cultivar
la medicina y quien los campos, y hay quien se dedica al comercio; y la misma
profesión causa daño a algunos, y a otros ventajas. De ello se
deriva, consecuentemente, la necesidad de suspender el juicio.
Los
mismos objetos dan origen a percepciones muy distintas. Se infiere que no hay
nada de cierto en ellos.
· El tercer tropo está determinado por la
diferencia de los poros que transmiten las sensaciones. Así, la manzana causa la
sensación de ser pálida a la vista, dulce al gusto y fragante al olfato. Y la
misma figura puede verse de un modo u otro, a tenor del espejo en que se
refleje. De ello se infiere que a lo aparente no corresponde una determinada
forma más que otra distinta.
De
la diferencia de los estados de conciencia experimentables por el individuo nacen ulteriores elementos de subjetividad.
·El cuarto tropo se refiere a las
disposiciones individuales y, en general, al cambio de condiciones como la
salud, la enfermedad, el sueño, la vigilia, la alegría, el dolor, la juventud,
la vejez, el coraje, el miedo, la necesidad, la abundancia, el odio, el amor,
el calor, el enfriamiento o la facilidad o dificultad en la respiración. La
diversidad de las impresiones está condicionada por las distintas condiciones
de las disposiciones individuales.
En
el fondo, también la de los locos es una condición natural.
· Ni siquiera la condición de los locos es contraria a la naturaleza. ¿Por qué (la locura) debería ser más
propiamente suya que nuestra? También nosotros observamos el Sol como si
estuviese inmóvil. Mientras dormía, el estoico Teón de Titorea paseaba en su sueño, y el esclavo de Pericles paseaba sonámbulo por el
tejado de la casa.
La
gran diversidad entre las leyes y costumbres de los pueblos sugiere la
inexistencia de valores universales.
· El quinto tropo afecta a la educación, a
las leyes, a las creencias en la tradición mítica, a los pactos entre los
pueblos y a las concepciones dogmáticas. Abraza los puntos de vista sobre lo
que es hermoso o feo, verdadero o falso, bueno o malo, sobre los dioses y sobre la formación y corrupción del mundo fenoménico. Una misma cosa
puede ser justa para unos e injusta para otros, o buena y mala. Los
persas no consideran extraña la unión corporal con las propias hijas; los
griegos, al contrario, la consideran pecaminosa. Los masagetas, como refiere Eudoxo en el primer libro de su Vuelta a la Tierra, admiten la comunidad
de las mujeres, mientras que los griegos no la admiten. Los habitantes de
Cilicia practican la piratería, y los griegos, en cambio, no la practican.
En
el modo de concebir las religiones también hay fuertes diversidades.
·Cada pueblo cree en sus propios dioses; hay quien cree en la providencia, y hay quien en cambio no cree. Los
egipcios embalsaman a sus muertos antes de sepultarlos; los romanos
los incineran; en Peonia los arrojan a los pantanos. La consecuencia
es la suspensión del juicio sobre la verdad.
Los
objetos que componen el mundo son complejos: los elementos naturales no se
presentan nunca en estado puro.
· El sexto tropo se refiere a las mezclas y
uniones. Según éstas, nada aparece en estado puro, nada consiste exclusivamente
en sí mismo, sino que todo aparece conjuntado con el aire, la luz, la
humedad, lo sólido, el calor, el frío, el movimiento o las exhalaciones, o
sujeto a otros determinados influjos. El púrpura muestra un color distinto a la
luz del Sol, de la Luna o de una lámpara de noche. También la tez de nuestro
rostro muestra un color distinto a mediodía y al atardecer.
También
las nociones aparentemente objetivas, como el peso, se demuestran relativas.
· Una piedra levantada en el aire por dos
personas puede dejarse caer fácilmente en el agua porque, siendo pesada, el
agua la aligera; o porque, siendo ligera, el aire la hace pesada. Pero
ignoramos cuáles son sus propiedades particulares.
Las
percepciones siempre están determinadas por un punto de vista particular.
· El séptimo se refiere a las distancias, a
las distintas posiciones y lugares y a todo lo relacionado con ello. Según este
tropo, lo que se cree grande resulta pequeño, el cuadrado resulta círculo, lo
liso resulta saliente, lo recto es oblicuo, lo pálido es de otro color. El Sol,
a causa de la distancia, parece pequeño. Las montañas, vistas en lejanía,
parecen lisas y envueltas por el aire, pero vistas de cerca parecen escabrosas
y llenas de hendiduras.
La
forma de los objetos está siempre condicionada tanto por el punto concreto
desde donde los observamos, como por su posición en el espacio.
· Además el Sol, cuando se levanta, tiene un
aspecto distinto al que se presenta cuando está en mitad del cielo. Y así, un
mismo cuerpo parece distinto según se halle en un bosque o en campo abierto.
También la imagen cambia al cambiar la posición del objeto, y el cuello de la
paloma parece distinto según esté girado en una o en otra posición. Pues el
conocimiento de estas cosas depende
de la relación entre el espacio y la posición, su propia naturaleza se nos
escapa completamente.
La
naturaleza de muchas cosas varía con la cantidad. El vino es tanto benéfico
como dañino: depende de cuánto se beba.
· El octavo tropo se refiere a la cantidad y
la cualidad de las cosas, a la multiplicidad de sus condiciones, determinadas
por el calor o el frío, por la velocidad o la lentitud, por la ausencia o
variedad de los colores. Así como el vino, bebido moderadamente, refuerza el
organismo, bebido en cantidades excesivas lo debilita; lo mismo sucede con los
alimentos y otras cosas similares.
La
costumbre condiciona los juicios.
·El noveno tropo hace referencia a la
continuidad o rareza de los fenómenos. Así, los terremotos no maravillan a
quienes los viven continuamente, y tampoco el Sol, que puede verse cada día,
maravilla a nadie.
El
conocimiento utiliza conceptos relativos.
· El décimo tropo se basa en la relación
comparativa que media, por ejemplo, entre ligero y pesado, fuerte y débil,
mayor y menor o alto y bajo.
Definimos
las palabras por contraste recíproco, sin que pueda establecerse qué significa
en sí misma cada una de ellas.
· Lo que se encuentra a la derecha, no se
encuentra en ella por naturaleza, sino que se entiende como tal sobre la base
de la posición que ocupa respecto a otro objeto; cambiada la posición, deja de
estar a la derecha. Análogamente, padre e hijo son términos relativos; del mismo modo, el día está condicionado por el Sol, como
toda realidad está condicionada por nuestro pensamiento. Estos términos o
conceptos relativos, considerados en sí mismos y por sí mismos, no son
conocibles.
TROPOS
Son, literalmente, los modos. Esto es, las vías, los argumentos
utilizados por los escépticos para desmentir las afirmaciones
dogmáticas (es decir, absolutas e indiscutibles) y llegar a la suspensión de
juicio (epojé escéptica). Cada tropo
describe una situación problemática sin vía de salida, de la que resulta un
contraste insalvable entre dos opiniones verdaderas.
LA
EPOJÉ ESCÉPTICA
Epojé
es el término griego que Pirrón y los escépticos empleaban para referirse a la duda, a la necesaria
suspensión de cada uno de los juicios que caracterizaban su pensamiento: ni
aceptar ni rechazar. La epojé
escéptica nace de la consideración de que siempre es posible demostrar lo contrario
de toda afirmación, de modo que, por lo tanto, ninguna proposición puede ser
cierta en sentido absoluto. Cada saber, incluso el saber que no se sabe
socrático, se reduce a un opinable punto de vista. A diferencia de la epojé fenomenológica, la epojé escéptica es un procedimiento
destructivo. La conclusión es la aphasia;
esto es, el silencio.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO