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Asesorías Filosóficas Personalizadas

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PLATÓN


Atenas, 428 – 347 a.C.





Se ha dicho que toda la filosofía occidental no es más que un colosal comentario a Platón. Lo cierto es que Platón sigue siendo el único filósofo que no ha dejado de ser estudiado en ninguna de las fases históricas de los últimos dos milenios; tanto, que podría ser definido como de perenne actualidad.

De origen aristocrático (alardeaba de antepasados ilustres), al entender que el poder debía entregarse a los más sabios, consideró natural que la profesión filosófica llevase a la política y al gobierno de la ciudad. Estas ambiciones políticas no se tradujeron en una carrera personal, pero sí en la invención de una nueva institución social: la escuela filosófica. En ella, la futura clase dirigente de Atenas podría formarse bajo la tutela del maestro. Platón dedicó su vida entera a la dirección de esta escuela, la Academia (nacida como una simple palestra cercana a los jardines de Academos), a excepción de una serie de desafortunados viajes a la corte del tirano Dioniso en Siracusa, con la ilusoria esperanza de fundar un Estado modelo en Sicilia (una ciudad gobernada por un rey filósofo). Los acontecimientos fundamentales de esta vida totalmente dedicada al estudio y a la investigación fueron el encuentro con Sócrates (hacia los veinte años de edad) y, nueve años más tarde, las dramáticas vicisitudes del proceso y condena a muerte de su maestro. Estos hechos causaron a buen seguro un trastorno en la vida del joven Platón, quien hizo de ellos argumento de sus mejores escritos, además de mantener a Sócrates como protagonista de sus 36 diálogos.

Los diálogos de Platón están convencionalmente subdivididos en nueve tetralogías: 1) Eutifrón, Apología de Sócrates, Critón, Fedón; 2) Cratilo, Teeteto, El Sofista, El Político; 3) Parménides, Filebo, El Banquete, Fedro; 4) Alcibíades I y II, Hiparco, Amantes; 5) Teagetes, Cármides, Laques, Lisis; 6) Eutidemo, Protágoras, Gorgias, Menón; 7) Hipias Menor, Hipias Mayor, Ión, Menéxeno; 8) Clitofonte, La República, Timeo, Critias; 9) Menón, Las Leyes, Epinomis, Cartas.


27 ¿Cómo buscar lo que se ignora?

EL PROBLEMA: Sócrates enseñaba que sabio era aquel que sabía que no sabía. Pero entonces, ¿Cómo es posible el conocimiento? Si las ideas no nacen de la experiencia sensible, ¿Dónde se originan?
LA TESIS: Platón, siguiendo el camino inaugurado por Parménides (véase 13), excluye que las ideas puedan derivar de los sentidos: son una pura visión intelectual, una representación en la pantalla de la mente. Resuelve el problema de su origen recurriendo a la doctrina de la reminiscencia, según la cual para el alma conocer es recordar lo que sabía antes de reencarnarse en el cuerpo. Se trata de la tesis central de todo el platonismo, sostenida con el recurso a una serie de doctrinas adyacentes, en particular la creencia órfico-pitagórica de la metempsicosis o transmigración de las almas (véase 9). El pasaje que sigue pertenece al Menón.

El problema: ¿Cómo se puede conocer lo que se ignora?

  • MENÓN: ¿Cómo, Sócrates, buscarías lo que ignoras absolutamente? ¿Y cuál de las cosas que ignoras sería objeto de tu búsqueda? Y si la encontraras, ¿Cómo podrás darte cuenta de que es ésa precisamente la que buscabas, si no la conocías?
Sócrates define el problema como erístico; esto es, puramente retórico y capcioso.

  • SÓCRATES: ¡Comprendo qué quieres decir, Menón! ¡Date cuenta de que propones un buen argumento erístico! El argumento según el cual el hombre no puede ni buscar lo que sabe ni buscar lo que no sabe: lo que sabe porque, conociéndolo, no tiene necesidad de buscarlo; lo que no sabe, porque tampoco sabe qué es lo que busca.
MENÓN: ¿Y no te parece, Sócrates, que es éste un razonamiento bien hilvanado?

SÓCRATES: ¡A mí no!

MENÓN: Dime por qué.

Sócrates se refiere a las doctrinas de los órficos.

  • SÓCRATES: ¡Seguro! Porque he escuchado a hombres y mujeres muy adoctrinados en las cosas divinas…
MENÓN: ¿Qué decían?

SÓCRATES: Cosas verdaderas, me parece, y bellas.

MENÓN: ¿Cuáles? ¿Y quiénes son los que las dijeron?

Los órficos sostenían la inmortalidad del alma y la metempsicosis (es decir el paso del alma a nuevos cuerpos).

  • SÓCRATES: Sacerdotes y sacerdotisas cuyo corazón desea dar razón del propio ministerio. Y las mismas cosas las dice también Píndaro y muchos otros poetas, y poetas divinos. Y esto dicen (piensa si crees que dicen la verdad): dicen que el alma humana es inmortal, y que una vez alcanza su cumplimiento (lo que sé llamamos morir) renace y nunca se destruye; por ello afirman que es necesario vivir la vida lo más santamente posible…
Para el alma inmortal, que ya ha recorrido innumerables veces el ciclo de la vida, conocer significa recordar.

  • Así pues, como el alma es inmortal y muchas veces renacida y como ha visto nuestro mundo y el del Hades, nada tiene que aprender. Que nadie se sorprenda porque sea capaz de hacer que emerja de nuevo en la mente lo que ésta ya sabía de la virtud y de todo el resto. Puesto que, por otra parte, la naturaleza entera está emparentada consigo misma y el alma todo lo ha aprendido, nada impide que el alma, recordando una sola cosa (recuerdo que los hombres llaman aprendizaje) encuentre por sí misma todas las otras siempre que uno sea valiente e infatigable en la búsqueda. Sí, buscar y aprender son, en su conjunto, pura reminiscencia.
La paradoja del conocimiento tiene, pues, solución.

  • No debemos, por lo tanto, fiarnos del razonamiento erístico: nos volvería perezosos y suena dulce sólo a los oídos de la gente sin vigor; el nuestro, por el contrario, nos hace laboriosos y enteramente dedicados a la búsqueda; convencido de estar en la verdad, deseo averiguar contigo qué es la virtud.

ANAMNESIS O REMINISCENCIA

En griego, anamnesis significa recuerdo, reminiscencia. El término indica la teoría de origen mítico-filosófico con la que Platón explica el problema del concepto y del conocimiento en general. El alma (la mente humana) no adquiere conocimiento del exterior, sino que recuerda en su interior lo que una vez adquirió para olvidarlo después. Retomando la teoría ya sostenida por Pitágoras de la metempsicosis, Platón piensa que las almas transmigran de un cuerpo a otro y que, antes de descender a un nuevo cuerpo, tienen la posibilidad de contemplar las ideas, los modelos perfectos de las cosas. Este conocimiento, perdido con los esfuerzos del nacimiento, se despierta después gracias a la observación de las cosas. Dicho de otro modo: la percepción del mundo externo no suministra ningún conocimiento: sólo un estímulo del recuerdo. El conocimiento llega a través de una visión intelectual, cuando conseguimos reconocer las formas esenciales y prototípicas (es decir, las ideas) en la complejidad del mundo real.


28 El conocimiento es un recuerdo.

EL PROBLEMA: ¿Qué hace posible el conocimiento? ¿Cómo conseguimos emplear los conceptos generales? Es decir, ¿Cómo logramos clasificar los objetos según clases de pertenencia?
LA TESIS: El proceso que lleva a la formación de los conceptos no nace de la experiencia: no nos formamos la idea de caballo observando muchos caballos. La prueba es que nada en la naturaleza puede ser origen de la idea abstracta de semejanza (aunque, obviamente, hay cosas que juzgamos semejantes). Platón resuelve el dilema proponiendo la teoría del innatismo: el alma conoce las cosas recordándolas, es decir, apelando a la memoria el súbito recuerdo de lo que vio en el mundo ultraterreno antes de reencarnarse. En palabras actuales, si eliminamos la componente mítico-religiosa del pensamiento platónico podemos afirmar que el pensamiento se estructura en esquemas conceptuales innatos, en potencia al nacer y desarrollados después por el aprendizaje sensorial. El siguiente fragmento está extraído del Fedón.

El conocimiento es un recuerdo: ésta es la tesis por demostrar.

  • SÓCRATES: Así pues, tú que dudas de esto, ¿De qué modo lo que llamamos aprendizaje es reminiscencia?
SIMMIAS: Que yo precisamente dude no es cierto; sucede que tendría que experimentar en mí mismo esto de lo que razonamos. Es decir…, recordar… Escucharía con mucho gusto cómo podrías demostrarlo.

SÓCRATES: De este modo: seguramente, ambos estamos de acuerdo en que si alguien se acuerda de algo es porque antes ha tenido cognición de ello.

SIMMIAS: En efecto.

El mecanismo asociativo entre las ideas se basa en el recuerdo.

  • SÓCRATES: Así pues, ¿Estamos de acuerdo también en que cuando uno tiene cognición de algo en el modo que digo, se trata de una reminiscencia? ¿Qué modo es el que digo? Éste. Si alguien, vista una cosa u oída o tenida otra sensación, no solamente conoce esa tal cosa, sino que le viene además otra a la mente (otra cuya cognición no es la misma, sino distinta), ¿No empleábamos la palabra en su justo valor cuando decíamos, a propósito de esta otra cosa venida a la mente, que ese alguien se había acordado?
SIMMIAS: ¿Cómo dices?

Por ejemplo: el recuerdo de un hombre <o mujer> remite (recuerda) a sus objetos personales.

  • SÓCRATES: Por ejemplo: la noción de hombre es una, y la noción de lira es otra.
SIMMIAS: Sin duda.

SÓCRATES: Pues bien, ¿No sabes que cuando los enamorados ven una lira o una capa u otro objeto cualquiera del que su enamorado se sirva, ocurre que reconocen la lira y, al mismo tiempo, ven de nuevo en su mente la figura del enamorado a quien pertenece la lira? Eso es reminiscencia.

La asociación mental adviene por semejanza o diferencia.

  • SÓCRATES: Así, de todos estos ejemplos ¿No resulta que la reminiscencia adviene en dos modos, por vía de semejanza y por vía de desemejanza? Sí. Bien: pero cuando alguien se acuerda de algo por vía de semejanza, ¿No le sucede también necesariamente que piensa si la cosa que ha despertado el recuerdo esté o no, en cuanto a la semejanza, falta de alguna parte respecto a aquella de la que ha despertado el recuerdo?
SIMMIAS: Necesariamente.

Toda comparación presupone la posesión de un criterio de semejanza.

  • SÓCRATES: Juzga entonces si la cosa es así. Hay algo de lo que afirmamos que es igual, ¿No es cierto? Y no hablo de madera con madera, piedra con piedra o algo similar; sino más bien de algo que está allí y distinto de todos estos iguales; hablo del igual en sí. ¿Podemos afirmar de este igual en sí que es algo o no es nada en absoluto?
SIMMIAS: Debemos afirmarlo, seguramente.

SÓCRATES: ¿Y sabemos también lo que él es en sí mismo?

SIMMIAS: Desde luego.

La idea de semejanza precede a los juicios comparativos.

  • SÓCRATES: ¿Y dónde hemos adquirido este conocimiento? ¿No lo hemos obtenido de esos iguales de los que se hablaba antes, maderas o piedras u otros objetos cualesquiera, al ver que son iguales? ¿No hemos sido inducidos por esos iguales a pensar en el igual que es distinto a ellos? O bien, ¿No te parece que sea distinto? Considera también este punto. ¿No sucede en ocasiones que piedras iguales y maderas iguales parezcan, aun siendo los mismos, iguales a unos y a otros no?
SIMMIAS: Seguramente.

La contradicción lógica entre semejanza y diversidad no tiene origen en la experiencia.

  • SÓCRATES: Y dime ¿Puede darse el caso de que lo igual aparezca desigual? ¿Es decir, que la igualdad parezca desigualdad?
SIMMIAS: Imposible, oh Sócrates.

SÓCRATES: En efecto, estos iguales y lo igual en sí no son la misma cosa.

SIMMIAS: Me parece bien, oh Sócrates.

SÓCRATES: Pero tú has podido pensar en retener en la mente el conocimiento de ese igual gracias a estos iguales, aunque sean distintos de aquel igual, ¿No es verdad?

SIMMIAS: Muy cierto.

SÓCRATES: Y como algo símil o disímil respecto a éstos, ¿No?

SIMMIAS: Precisamente.

Los juicios comparativos implican el contraste con un prototipo ideal.

  • SÓCRATES: Porque no hay diferencia. Basta con que tú, vista una cosa, consigas pensar en otra a partir de ella, sea esa otra símil o disímil. He aquí que precisamente en este proceso has tenido necesariamente un caso de reminiscencia.
SIMMIAS: Muy bien.

SÓCRATES: Y dime, ¿Nos ocurre a nosotros algo similar respecto a aquellos iguales que observamos en las maderas y en los otros objetos iguales sobre los que discurríamos antes? ¿Nos aparecen iguales como precisamente es lo igual en sí, o están faltos de él en alguna parte? Es decir, ¿Son idénticos a lo igual o están faltos de algo?

SIMMIAS: Más bien están faltos.

Reconocer, identificar una cosa por lo que es, implica un juicio de semejanza con un modelo.

  • SÓCRATES: Y entonces, cuando uno, vista una cosa, piensa de este modo: <Esto que ahora veo tiende a ser como otra cosa, precisamente como uno de esos seres que existen por sí mismos; y, no obstante, le falta algo y no puede ser como aquél; antes bien, es inferior>. Y bien: ¿No estamos de acuerdo en que quien piensa así de algún modo debe haberse hecho antes una idea del ser del que afirma que la cosa vista se parece, pero respecto a la que es, en comparación, defectuosa?
SIMMIAS: Necesariamente.

Incluso la idea de semejanza no puede ser deducida de la simple comparación entre cosas iguales.

  • SÓCRATES: Y entonces, dime ¿Nos ha sucedido a nosotros algo similar, o no, respecto a los iguales y al igual en sí?
SIMMIAS: Cierto.

SÓCRATES: Por lo tanto, es necesario que ya de antes hayamos tenido una idea de lo igual; es decir, antes del momento en el que,  viendo por primera vez los iguales, pudimos pensar que todos estos iguales aspiran a ser como lo igual, pero le quedan inferiores.

SIMMIAS: Es así.

SÓCRATES: Y, por lo tanto, estamos de acuerdo también en esto: que este pensamiento no se ha podido formar en nosotros partiendo de otro ni es posible que se forme de otro sino del ver y del tocar o de cualquiera otra de estas sensaciones; porque todas para mí valen ahora lo mismo.

SIMMIAS: Valen lo mismo respecto a lo que ahora quiere demostrar nuestro razonamiento.

SÓCRATES: Pero, naturalmente, es de estas sensaciones que debe formarse en nosotros el pensamiento de que todos los iguales que caen bajo estas sensaciones aspiran a ser aquello que es lo igual en sí y respecto a lo que, sin embargo, restan inferiores. ¿O no es así?

SIMMIAS: Así es.

La idea de igualdad  precede a los juicios de igualdad.

  • SÓCRATES: Por lo tanto, antes de que comenzásemos a ver, a oír y, en definitiva, a hacer uso de nuestros otros sentidos, era necesario que nos encontrásemos ya en posesión del conocimiento de lo igual en sí, de lo que realmente es, si después debíamos reenviar a ese igual los iguales que nos resultaban de las sensaciones, y pensar que todos tienen el ansia de ser como aquél, aunque le queden por debajo…
Las ideas de semejanza, diversidad e igualdad y todas las demás ideas preceden a la experiencia; es decir: son innatas.

  • SÓCRATES: Si, por lo tanto, es verdad que nosotros, adquirido este conocimiento antes de nacer, lo hemos llevado con nosotros naciendo, querrá decir que antes de nacer y apenas nacidos conocíamos ya no sólo lo igual y, por lo tanto, lo mayor y lo menor, sino también todas las otras ideas; porque ahora no estamos razonando sólo acerca de lo igual, sino también de lo bello en sí, de lo bueno en sí, de lo justo en sí y de lo santo y, en definitiva, como decía, de todo aquello a lo que, en nuestro disputar, ya sea interrogando o sea respondiendo, ponemos este sello, que es en sí. De donde resulta necesariamente que, antes de nacer, debemos haber tenido conocimiento de todas estas ideas.
SIMMIAS: Así es.

El alma inmortal conoce todas las ideas.

  • SÓCRATES: Y también resulta (salvo que, una vez en posesión de estos conocimientos, no nos encontremos luego, a cada sucesivo renacer nuestro, en la condición de haberlas olvidado) que precisamente en nuestro perenne renacer no cesamos nunca de saber, y conservamos este saber por toda la vida. Porque el saber es esto: adquirido un conocimiento, conservarlo y no haberla olvidado. ¿No es esto, oh Simmias, lo que llamamos olvido, pérdida de conocimiento?
SIMMIAS: Propiamente esto, oh Sócrates.

El alma, sin embargo, ha olvidado temporalmente las ideas a causa de su traumático renacer en un cuerpo.

  • SÓCRATES: Muy bien; pero si, por el contrario, adquiridos los conocimientos antes de nacer, los perdemos naciendo, y si valiéndonos después de los sentidos relativos a ciertos objetos dados, recuperamos en cada uno de ellos aquellos conocimientos que teníamos ya de antes, entonces esto que nosotros llamamos aprender, ¿No será un recuperar conocimientos que ya nos pertenecían? Y si empleamos para esto la palabra recordar, ¿No la empleamos en su justo significado?
SIMMIAS: Ciertamente.

SÓCRATES: Esto, en efecto, fue ya demostrado como posible: que uno, habiendo ya tenido la sensación de alguna cosa por haberla visto u oído o, en algún otro modo, percibido, he aquí que éste, por vía de esta cosa, se pone a pensar en otra de la que se había olvidado y a la que aquélla se acercaba o por semejanza o también por desemejanza. De modo que, como decía, una de dos: o hemos nacido ya conociendo aquellas ideas y todos conservamos el conocimiento de ellas durante la vida, o bien aquellos de los que decimos que aprenden no hacen otra cosa que recordar, y este aprendizaje será entonces y precisamente reminiscencia.


29 El destino del filósofo y el mito de la caverna.

EL PROBLEMA: ¿Qué es la filosofía? ¿Cuál es la tarea del filósofo?
LA TESIS: El texto que a continuación se cita, con el que se inicia el libro VII de La República, es uno de los más famosos de toda la historia de la filosofía. La figura del filósofo y sus atribuciones se delinean por medio de una compleja metáfora. La caverna oscura es nuestro mundo; los esclavos encadenados son los hombres; las cadenas son las pasiones y la ignorancia; las imágenes sobre el fondo de la caverna son las percepciones sensoriales; la liberación del esclavo es la acción liberadora de la filosofía; la aventura del esclavo fuera de la caverna representa la experiencia filosófica; el mundo fuera de la caverna es el mundo de las ideas, el único verdaderamente real; el Sol que ilumina el mundo verdadero es la idea de Bien, que guía al conocimiento; el retorno del esclavo es el deber del filósofo de implicar a la sociedad en la experiencia de la verdad; la incapacidad del esclavo para readaptarse a la vida de la caverna es la inadaptación social de los filósofos; la mofa del esclavo es la suerte del sabio; el asesinato final del esclavo filósofo es la muerte de Sócrates.

La caverna representa nuestro mundo, en el que reina la opinión; las cadenas representan la ignorancia y las pasiones.

  • SÓCRATES: Compara nuestra naturaleza, por lo que respecta a la educación y falta de educación, con una imagen como ésta. Imagina, dentro de una morada subterránea en forma de caverna, con la entrada abierta a la luz y tan amplia como la entera anchura de la caverna, a unos hombres que están allí desde niños, encadenados de piernas y cuello y obligados a permanecer detenidos y a mirar sólo hacia delante, incapaces, a causa de la cadena, de girar la cabeza.
La luz representa la verdad, el muro, la separación entre verdadera y falsa realidad.

  • SÓCRATES: Alta y lejana brilla a sus espaldas la luz de un fuego y entre el fuego y los prisioneros se extiende, realzada, una calle. Imagina un pequeño muro construido a lo largo de ésta, como las pantallas que los titiriteros ponen delante de las personas para mostrar los títeres por encima de ellas.
GLAUCO: Lo veo.

Las estatuas: las cosas del mundo sensible.

  • SÓCRATES: Imagina que ves a hombres que acarrean a lo largo del muro toda suerte de objetos: estatuas y otras figuras de piedra y madera, trabajadas de cualquier modo; y, como es natural, algunos porteadores hablan, otros callan.
GLAUCO: Extraña imagen la tuya, y extraños también los prisioneros.

Los prisioneros ven sólo las sombras de las estatuas.

  • SÓCRATES: Se parecen a nosotros; ¿Crees que tales personas puedan ver otra cosa que sombras proyectadas por el fuego sobre la pared de la caverna que está enfrente de ellos?
GLAUCO: ¿Y cómo podrían, si están constreñidos a tener inmóvil la cabeza por toda su vida?

SÓCRATES: Y para los objetos transportados, ¿No es lo mismo?

GLAUCO: Seguramente.

… y las toman por la realidad.

  • SÓCRATES: Si aquellos prisioneros pudiesen conversar entre ellos, ¿No crees que pensarían en llamar objetos reales a sus visiones?
GLAUCO: Por fuerza.

SÓCRATES: ¿Y si la prisión tuviese un eco en la pared de enfrente? Cada vez que uno de los pasantes hiciese sentir su voz, ¿Crees que la juzgarían distinta de aquella sombra que ante ellos pasa?

GLAUCO: ¡No, por Zeus!

SÓCRATES: Para tales personas, en definitiva, la verdad no puede ser otra cosa que las sombras de los objetos artificiales.

GLAUCO: Por fuerza.

La vía del verdadero conocimiento comienza con la liberación de las cadenas de la ignorancia.

  • SÓCRATES: Examina ahora cómo podrían soltarse de las cadenas y curarse de la inconsciencia. Admite que les ocurriese un caso como éste: que uno fuese liberado, obligado imprevistamente a levantarse, a girar su cabeza, a caminar y elevar la mirada a la luz; y que haciendo esto sintiese dolor y el resplandor lo incapacitase para vislumbrar los objetos de los que antes veía las sombras.
 No engañado por la percepción sensible (las sombras), el filósofo ve la verdad.

  • SÓCRATES: ¿Qué crees que respondería si se le dijese que antes veía vacuidades privas de sentido, pero que ahora, estando más próximo a lo que es y siendo dirigido hacia los objetos que tienen más ser, puede ver mejor? Y si, mostrándole cada uno de los objetos que pasan, se le preguntara o se le obligara a responder qué es, ¿No crees que se quedaría dudoso y juzgaría más verdaderas las cosas que veía antes que las que le fuesen mostradas ahora?
GLAUCO: Cierto.

La verdad es deslumbrante; su descubrimiento puede confundirnos temporalmente.

  • SÓCRATES: Y si se le obligase a mirar la misma luz, ¿No sentiría dolor en los ojos y no huiría volviéndose hacia los objetos sobre los que puede sostener la vista? ¿Y no los juzgaría realmente más claros que aquellos que le fueron mostrados?
GLAUCO: Así es.

SÓCRATES: Y si luego se le arrastrase fuera de allí a la fuerza, obligándole a recorrer la áspera y escarpada cuesta y no se le dejase hasta haberlo sacado a la luz del Sol, ¿No sufriría y no se irritaría por ser arrastrado? Y, llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no podría ver una sola cosa de las que ahora llamamos verdaderas.

GLAUCO: No podría, desde luego; al menos momentáneamente.

La posesión de la verdad produce un rápido incremento del saber, una ascensión a lo verdadero.

  • SÓCRATES: Si deseara ver el mundo superior, tendría que acostumbrarse. Y antes observará muy fácilmente las sombras y luego las imágenes de los seres humanos y de los otros objetos reflejados en el agua, y al fin los objetos mismos; y de éstos, luego, volviendo la mirada a la luz de las estrellas y de la Luna, podrá contemplar de noche los cuerpos celestes y el cielo mismo más fácilmente que ver durante el día el Sol y la luz del Sol.
GLAUCO: Cómo no.

El objetivo de la ascensión cognoscitiva es la contemplación del bien en sí mismo (el Sol).

  • SÓCRATES: Finalmente, creo yo, podrá observar y contemplar cuál es verdaderamente el Sol, y no sus reflejos en las aguas u otras superficies, sino el Sol en sí, en su propio dominio.
GLAUCO: Por fuerza; y después, hablando del Sol, podría ya concluir en que es éste el que produce las estaciones y años, y el que gobierna todas las cosas del mundo visible, y es causa, en cierto modo, de todo aquello que él y sus compañeros veían.

El sabio tiene el deber de comunicar sus descubrimientos a toda la sociedad.

  • SÓCRATES: Y acordándose de la primera morada y de la sabiduría que allí había y de los compañeros de prisión, ¿No crees que se sentiría feliz del cambio y que sentiría piedad por ellos?
GLAUCO: Cierto.

Quien posea la verdadera sabiduría será marginado al mundo de la ignorancia.

  • SÓCRATES: En cuanto a los honores y elogios que de vez en cuando se intercambiaban entonces, y a los premios reservados para quien fuese más agudo en observar los objetos que pasaban y más recordase los que solían desfilar antes y después, adivinando de esta forma el siguiente, ¿Crees que los ambicionaría y que envidiaría a aquellos de entre los prisioneros que tuviesen honores y poder? ¿O que se encontraría en la condición que se cuenta de Homero y preferiría <ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal> y sufrirlo todo antes que tener esas opiniones y vivir en aquel mundo?
GLAUCO: Así pienso también yo; aceptaría todo antes que vivir de aquel modo.

Al sabio le resulta difícil comunicarse con quien no sabe nada y cree saberlo todo.

  • SÓCRATES: Reflexiona ahora sobre este otro punto. Si nuestro hombre descendiese de nuevo allá abajo y se sentara en el mismo lugar, ¿No tendría los ojos llenos de tinieblas, viniendo súbitamente del Sol?
GLAUCO: Sí, cierto.

SÓCRATES: ¿Y si debiese discernir nuevamente entre las sombras y competir con los que permanecieron siempre prisioneros, mientras su vista está aún oscurecida, antes de que los ojos vuelvan a su estado normal? ¿Si este período en el que se reconoce el hábito de la vista fuese más bien largo?

El filósofo <o filósofa> no se encuentra cómodo en el mundo de las sombras (la vida cotidiana) y a menudo es torpe.

  • SÓCRATES: ¿No sería él entonces objeto de risas? ¿Y no se diría de él que por haber subido allí vuelve con los ojos estropeados y que no merece la pena intentar subir? Y a quien intentase liberar y conducir a aquellos prisioneros, ¿No lo asesinarían, si pudiesen tenerlo entre las manos y matarlo?
GLAUCO: Ciertamente.

El punto fundamental reside en abandonar el mundo sensible (la caverna) por el inteligible.

  • SÓCRATES: Esta imagen, querido Glauco, hay que aplicarla a nuestro discurso anterior: debemos comparar el mundo cognoscible con la morada de la prisión y la luz del fuego que hay dentro al poder del Sol. Si luego consideras que el ascenso y la contemplación del mundo superior equivalen a la elevación del alma al mundo inteligible, no concluirás muy diferente de cómo lo hago yo, si es que quieres conocer mi parecer.
Una vez en posesión de la verdad, el filósofo deberá retornar al mundo sensible, viendo la verdadera realidad.

  • SÓCRATES: El dios sabe si corresponde a lo verdadero. He aquí mi parecer: en el mundo cognoscible, lo más elevado y difícil es percibir la idea de bien; pero cuando se ha visto, la razón nos lleva a colegir que ella es la causa de todo lo que es recto y bello; y en el mundo visible ella genera la luz y la soberanía de la luz, y en lo inteligible ejerce de soberana, verdad e intelecto. Y quien quiera conducirse sabiamente en privado o en público, deberá verla.
GLAUCO: Estoy de acuerdo también yo, en la medida en que me es posible.

El filósofo debe huir de la tentación de extrañarse del mundo.

  • SÓCRATES: Tú estás de acuerdo conmigo también en este otro punto, y no te extrañes de que quien ha llegado a esta altura no quiera ocuparse de las cosas humanas, y de que su alma se vea continuamente estimulada a vivir en la altura. Es natural que sea así, si también para esto vale la imagen de antes.
GLAUCO: Es natural.

SÓCRATES: ¿Y crees que pueda parecer extraño si uno, pasando de las visiones divinas a las cosas humanas, se muestra torpe y parece ridículo porque su vista está todavía oscurecida? ¿Y si, incluso antes de haber recuperado el hábito en aquella tiniebla reciente, se ve obligado a contender en los tribunales o en cualquiera otra sede discutiendo sobre las sombras de la justicia o sobre las copias que dan lugar a estas sombras, y a batirse sobre la interpretación de estos problemas con quien no ha visto nunca la justicia en sí?

GLAUCO: No es de extrañarse.

Si bien al filósofo puede resultarle difícil vivir en el mundo, posee la fuerza interior de la verdad.

  • SÓCRATES: Pero una persona razonable se acordaría de que los ojos están sujetos a dos clases de perturbaciones, y por dos motivos: cuando pasan de la luz a la tiniebla y de la tiniebla a la luz. Y si pensase que estos mismos hechos se producen en el alma, cuando viese a alguien turbado e incapaz de visión alguna, no se reiría insensatamente, sino que buscaría saber si, viniendo de una vida más espléndida, está cegado por la falta de costumbre; o si procediendo desde la ignorancia a una condición de mayor esplendor, está demasiado deslumbrado. Y así, diría que uno es feliz por su condición y por su vida, y tendría piedad del otro. Y si quisiera reírse de él, su risa sería menos ridícula que la que golpeara al alma que viene de lo alto, de la luz.
GLAUCO: Sí, así parece.



EROS – AMOR

Mientras que en la actualidad vemos en el amor un sentimiento, una pasión relativa a la psicología del individuo, los antiguos vieron en el eros (la traducción griega de amor) una fuerza natural y primordial relacionada no sólo con la atracción sexual, sino también con la amistad y con la política. Erótico, en efecto, es propiamente todo lo que une, lo que armoniza los contrastes sin negarlos, lo que consigue mantener unidas entre sí a realidades distintas.


30 El cuerpo es obstáculo para el conocimiento.

EL PROBLEMA: ¿A condición de qué es posible alcanzar la verdad? ¿Qué valor posee la dimensión corporal del hombre? ¿En qué relación deben ser pensados espíritu y cuerpo?
LA TESIS: Si en la Edad Media se interpretó a Platón en un sentido religioso, incluso como a un precursor del Cristianismo, se debe a pasajes como los siguientes, en los que emana una fuerte tensión moral y una espiritualidad fuertemente ascética. El cuerpo y todo lo que significa (percepción, pasión, instintos, emociones) debe ser anulado para actuar el ejercicio de la razón. Todo lo que no sea pura espiritualidad racional puede ser descrito en términos de patología del alma. Son tesis importantes para toda la historia de la filosofía occidental, mucho más allá de los límites de la tradición platónica. (Del Fedón).

Es el nexo con el cuerpo lo que impide al espíritu la conquista de la verdad.

  • Parece que hay un camino que nos lleva, mediante el razonamiento, a esta consideración: mientras tengamos cuerpo y nuestra alma esté unida a este maléfico elemento, no obtendremos del todo aquello que ardientemente deseamos; esto es, la verdad.
Instintos, emociones y enfermedades, obstaculizan la racionalidad.

  • El cuerpo, en efecto, por su necesidad de alimentarse, es fuente de una infinidad de preocupaciones; por otra parte, cuando sufrimos enfermedades, éstas nos impiden la búsqueda del ser. La carne nos invade con sus amores, encantos, temblores, sus muchas fantasías y castillos en el aire, y entonces se verifica plenamente el dicho por el que, a causa suya, se introduce en nosotros, obstinada e infatigable, la negación del pensar.
Agresividad social y guerra son consecuencia de las pasiones.

  • Guerras, tumultos y batallas son producto del cuerpo y sus deseos. Todas las guerras tienen su origen en el ansia de riquezas y, necesariamente, nos procuramos las riquezas por causa del cuerpo, en cuanto somos esclavos a su servicio.
La dimensión corporal domina tanto en el reposo como en la inmovilidad.

  • Pero el colmo de todo ello es que si se nos concede un poco de calma y de libertad respecto al cuerpo y nos dedicamos a la reflexión, éste se vuelve a presentar mientras pensamos, provocando confusión y trastorno. Y así sucede que, por su culpa, no conseguimos vislumbrar la verdad.
El abandono de la corporeidad requiere ejercicio y esfuerzo.

  • Tenemos así una realista demostración de cómo, si deseamos lanzar una límpida mirada sobre algo, debemos separarnos del cuerpo y contemplar las cosas en sí mismas sólo con el alma. Y sólo en un momento determinado, por lo que parece, podremos tener lo que deseamos y de lo que estamos enamorados, es decir, el conocimiento intelectual. Y ese tiempo es el tiempo de nuestra muerte, y no el de nuestra vida.
Si el abandono del cuerpo es la condición de acceso a la verdad, hay que desear la muerte.

  • La lógica lo confirma. Si, en efecto, no nos es dado comprender límpidamente nada con el obstáculo de la carne, no hay posibilidad de conquistar la visión de las cosas; o bien está reservada para después de la muerte, porque sólo entonces y no antes estará el alma a solas consigo misma y separada del cuerpo. En cambio, durante la vida estaremos, por lo que parece, tanto más cercanos a la verdad cuanto más limitemos el contacto con él, salvo en casos de extrema necesidad.
El cuerpo es impuro, irracional, contaminante.

  • No nos dejaremos contaminar por la naturaleza del cuerpo, sino que nos mantendremos  separados de él hasta que la divinidad misma nos libere. Sólo así, limpios, libres de la insensatez del cuerpo, será posible que entremos en contacto con seres de análoga pureza y que conozcamos por nosotros mismos todo lo que es simple; es decir, lo que con toda probabilidad es la verdad misma.

31 Tres fueron los géneros sexuales.

EL PROBLEMA: ¿Cuántos y cuáles son los géneros sexuales? ¿A qué se debe la atracción sexual entre personas del mismo sexo?
LA TESIS: A través de la narración de un mito narrado con estilo irónico, irreverente y elegante, Platón argumenta que los géneros sexuales de los antiguos hombres esféricos no fueron dos, sino tres, sumándose el andrógino, un ser dotado de órganos sexuales tanto masculinos como femeninos, al macho y a la hembra. La historia del nacimiento de la sexualidad actual –el mito de la escisión del hombre originario en dos grandes troncos, obra de un dios celoso- sirve a Platón para demostrar la legitimidad de la atracción entre los hombres. El amor homosexual es incluso superior y preferible al heterosexual, porque no lleva a la procreación y, por lo tanto, es más proclive a un desarrollo en sentido puramente espiritual (Del Banquete.)

Originariamente, en la especie humana se distinguían tres géneros sexuales.

  • Aquello que debéis empezar a aprender se refiere a la originaria naturaleza de los seres humanos y a su evolución, porque en un lejano pasado nuestra naturaleza no era propiamente la actual, sino que se presentaba de distinto modo. En primer lugar, en efecto, la especie humana estaba formada por tres géneros y no por dos, como ahora: además del macho y de la hembra, había un tercer género que participaba de ambos, del que sólo resta hoy en día el nombre, aunque en realidad ya haya desaparecido.
El tercer género era el andrógino, macho-hembra.

  • En aquellos tiempos, el andrógino existía verdaderamente como género distinto y participaba, de nombre y de hecho, de los otros dos: tanto del macho como de la hembra, mientras que lo que hoy resta no es más que el nombre, que además se considera un insulto.
Estos géneros originarios  poseían todos los órganos en doble pareja; también los genitales.

  • En segundo lugar, cada uno de estos seres era, en cuanto a la forma, compacto y esférico, con espalda y costados dispuestos en círculo; tenía cuatro manos y piernas en igual número que manos; sobre un cuello cilíndrico había dos caras en todo idénticas, pero una sola cabeza; las orejas eran cuatro; los genitales, dobles, y todo el resto como pueda uno figurarse a partir de estos datos. En cuanto al caminar, podían hacerlo erectos como ahora, en la dirección que desearan; y cuando querían correr, podían rodar como los acróbatas al hacer volteretas: apoyándose alternativamente sobre las extremidades, que eran ocho.
Si el Sol es el símbolo masculino y la Tierra el femenino, entonces la Luna podría simbolizar el andrógino.

  • Eran tres los géneros y ésta es la razón: originariamente, el macho descendía del Sol, la hembra de la Tierra y el género que participaba de ambos, de la Luna, pues a su vez la Luna participa del Sol y de la Tierra.
El desafío a los dioses de los hombres <o mujeres> originarios: un tema presente en muchos mitos.

  • Comprensiblemente, pues, eran esféricos y procedían en modo circular, asemejándose a sus progenitores. De fuerza y vigor extraordinarios, eran muy arrogantes. Por esto prepararon un asalto a los dioses, y todo lo que cuenta Homero a propósito de Efialtes y de Otos (cómo emprendieron la escalada del cielo con la intención de imponerse a los dioses) se refiere a ellos.
Si los dioses no aniquilaron la especie humana fue por egoísta conveniencia.

  • Zeus y los otros dioses, pues, deliberaron sobre qué debían hacer y se hallaron entonces en gran dificultad: no se resolvían, en efecto, a matar a los hombres y aniquilar su especie fulminándolos como habían hecho con los gigantes, porque eso habría significado la pérdida total para sí mismos de los honores y de los sacrificios provenientes de los hombres; pero los dioses tampoco querían pasar por alto tamaña altanería.
Los originarios hombres <o mujeres> esféricos fueron separados en dos partes.

  • Por fin, tras mucho reflexionar, Zeus habló: <Creo haber dado, hallado el modo que nos permita, al mismo tiempo, dejar que siga habiendo hombres y poner fin a su desenfreno, una vez debilitados. Cortaré en dos a cada uno de ellos y así serán a un tiempo más débiles y más útiles, pues crecerán en número. Ahora caminarán erectos, sobre dos piernas. Pero si continuasen siendo altaneros y rehusaran someterse, les cortaré otra vez en dos, de modo que tendrán que caminar con una sola pierna, a saltitos.> Dicho esto, cortó a los hombres en dos partes como los que cortan las serbas para preparar conservas o quienes cortan huevos con un hilo de crin…
El instinto sexual es el deseo de recomponer la originaria unidad del ser esférico.

  • Una vez que la naturaleza del hombre fue así duplicada, cada mitad, teniendo nostalgia de su otra mitad, se reunía con ella; se abrazaban la una con la otra quedando asidas y, por el deseo de fundirse en un solo ser, morían de hambre y también de inacción, pues rechazaban hacer cualquier cosa la una sin la otra. Y cuando una de las mitades moría y la otra la sobrevivía, ésta última buscaba otra mitad y a ésta se unía, ya se tratase de una mitad de mujer completa (siendo precisamente lo que hoy llamamos una mujer) o de una mitad de hombre. De este modo, la especie humana iba extinguiéndose.
Oportunos ajustes hicieron posible el acoplamiento sexual.

  • Y así Zeus, compadecido, inventó otro artificio y trasladó sus órganos genitales a la parte delantera (hasta entonces los habían tenido en la parte externa y no era uniéndose, sino sobre la tierra, como las cigarras, como engendraban y se reproducían). Trasladó, decíamos, los genitales a la parte delantera y por medio de ellos permitió que el engendramiento fuese el resultado de una relación entre ellos, cumpliéndose en la hembra por la acción del macho.
El papel reproductivo del acoplamiento macho-hembra.

  • Su objetivo era que, en el abrazo, si un hombre se unía a una mujer, hubiese concepción y, con ello, continuación de la raza humana.
El papel del acoplamiento macho-macho.

  • Si, en cambio, un macho se unía a un macho, se habría saciado en la unión, pudiendo volver a la acción; es decir, pudiendo ocuparse también de otros aspectos de la vida. Así, y desde tiempos muy lejanos, se ha instaurado el amor por sus semejantes: es el amor que restablece nuestra primitiva naturaleza, aquel amor que se esfuerza por hacer de dos seres uno sólo, que es como decir que se esfuerza por sanar la naturaleza humana.
La atracción heterosexual es propia de la mitad del andrógino originario.

  • Cada uno de nosotros es, pues, la parte complementaria de un hombre, porque ha sido cortado de un ser único para obtener dos, como se hace con los lenguados. Por lo tanto, cada uno busca siempre su complemento. Así, todos los que son entre los hombres una parte cortada del género mixto que se llamaba andrógino, desean a las mujeres y es de este género que derivan, en su mayor parte, los adulterios; igualmente, provienen de este mismo género todas las mujeres a las que les gustan los hombres, y las adúlteras.
La lésbica deriva del corte de un ser originario doblemente hembra.

  • Por el contrario, las mujeres que son el resultado del corte operado sobre la mujer primitiva, no tienen ningún interés por los hombres, sino que se vuelcan más bien hacia las mujeres, y es de este género que provienen las lesbianas.
Un homosexual deriva del corte de un primitivo ser macho-macho.

  • Todos aquellos que son el resultado del corte operado sobre el macho originario desean a los machos; y mientras son niños, como son fragmentos del macho primitivo, aman a los hombres, disfrutan al tenderse junto a ellos y al estar en sus brazos: son, entre los niños y los adolescentes, los mejores, porque por naturaleza son los más viriles.
El valor positivo de la atracción entre los machos.

  • Es verdad que algunos sostienen que son desvergonzados, pero esto es falso, pues si se comportan así no es por falta de pudor, sino por valentía, virilidad y por un temperamento decidido, y se unen con quien es semejante a ellos. Una eficaz prueba de ello es que una vez han madurado, sólo hombres de tal naturaleza saben ocuparse de los asuntos del Estado. Y cuando son adultos, aman a los muchachos y, por su naturaleza, no piensan en casarse ni en tener hijos, sino que es la ley la que los obliga a hacerlo, pues ellos estarían contentos con pasar la vida juntos, sin casarse. Así pues, en líneas generales, un tal individuo se siente igualmente proclive a amar a los muchachos y a enamorarse de los amantes, uniéndose siempre a lo que les es afín.
La relación entre machos, sin finalidad de reproducción, supera la dimensión sexual.

  • Y así, cuando tienen ocasión de unirse con aquella mitad de la que estamos hablando, entonces quien ama a los muchachos o a cualquier otro se siente presa de un fuerte sentimiento de afecto, de intimidad y de amor, y rechaza, por así decirlo, el separarse del otro siquiera un instante. Sin embargo, aquellos que pasan juntos la vida entera son personas incapaces de decir qué desean obtener la una de la otra. Nadie, en efecto, diría que se trata de compartir el goce sexual: es decir, que sea ésta la razón del placer que cada uno de ellos experimenta en el vivir junto al otro con tanto empeño. Es otra cosa a la que, manifiestamente, el alma de cada uno de ellos aspira: una cosa que no se sabe expresar con palabras, un deseo del que se tiene sólo un presentimiento oracular y del que se habla mediante enigmas.
En el fondo de la atracción sexual, hay siempre la nostalgia de la unidad originaria del ser humano.

  • Si cuando están acostados juntos se presentara Hefesto ante ellos y con sus instrumentos en mano les preguntara: <¿Qué deseáis obtener, hombres uno del otro?> Y si ante su dificultad para responder prosiguiese diciendo: <¿Es de esto de lo que tenéis deseo, de uniros lo más posible el uno al otro en modo de no dejaros nunca ni de noche ni de día? Si esto es lo que queréis, no tengo ninguna dificultad en fundiros y hacer de vosotros un trozo único, de modo que de dos que sois os volváis uno, y para toda la vida compartáis la misma existencia como si fueseis una sola persona, y después de la muerte, en la morada del Hades, en lugar de ser dos continuaseis siendo uno sólo, habiendo compartido también la muerte. Ved si es esto lo que deseáis apasionadamente y si os parece hallar satisfacción en que se cumpla>. No habría siquiera uno, podemos estar muy seguros, que, oyendo tal propuesta, la rechazase o manifestase el deseo de alguna otra cosa. Ellos pensarían seguramente haber oído expresar lo que anhelaban desde mucho tiempo atrás: unirse con el amado, fundirse con él y así, de dos que eran, ser uno sólo.
El amor es deseo de unidad.

  • He aquí la razón de esto: nuestra naturaleza primitiva era la que he dicho, y nosotros éramos un único todo. De este modo, es el deseo y la búsqueda de este todo lo que recibe el nombre de amor. En otros términos: antes, como he dicho, éramos un ser único, pero ahora, a causa de nuestro comportamiento insolente, nuestra unidad ha sido despedazada por el dios, del mismo modo en que los espartanos han despedazado la unidad arcádica.
El posible castigo de la arrogancia humana: una ulterior división del cuerpo.

  • Existe el temor de que si no nos comportamos con modestia a los ojos de los dioses, nos encontraremos una vez más divididos en dos, y tendremos entonces que anda de una a otra parte como los personajes retratados de perfil en los bajorrelieves de las estelas: aserrados en dos por la nariz, convertidos en astrágalos que se rompen en dos.

32 Quien ama desea lo que no tiene.

EL PROBLEMA: ¿Qué es el amor?
LA TESIS: El mito del nacimiento de Eros sirve a Platón para ilustrar la característica fundamental del amor: la insuficiencia. Se ama cuando se desea algo que no se tiene, y por esto el amor puede ser llamado filósofo. En efecto, así como el amor no posee la belleza, sino que la desea, el filósofo anhela la sabiduría, sin poseerla. Por lo tanto, el amor es esencialmente una necesidad insatisfecha, la percepción de la falta de algo esencial para la propia completitud. El Banquete, texto del que se ha extraído este pasaje y el siguiente, tiene una estructura particular. En lugar de utilizar la consabida forma del diálogo, Platón imagina que los comensales desarrollan por turnos un elogio del amor. Imagina también que Sócrates prefiere no proponer ningún discurso propio, sino referir las palabras oídas a Diotima, una sacerdotisa extranjera dotada de extraordinarios poderes. Es un modo de subrayar la importancia del problema.

Amor es hijo de la Pobreza y de la Abundancia.

  • DIOTIMA: Los demonios son muy numerosos y diversos entre sí: Eros es uno de ellos.
SÓCRATES: ¿De qué padre es hijo, y de qué madre?

DIOTIMA: En verdad es una historia muy larga, pero, aún así, te la referiré. Debes saber que el día en que nació Afrodita, los dioses le dieron una fiesta y entre los invitados estaba Poros, la Abundancia, hijo de Metis, la Prudencia. Cuando hubieron terminado de comer, y el banquete fue muy suntuoso, llegó Penia, la Pobreza, quien se demoró en la puerta con la intención de pedir limosna. Entretanto, Poros, que se había embriagado de néctar (porque el vino no existía todavía), se dirigió al jardín de Zeus y allí quedó profundamente dormido por la borrachera. En ese punto Penia, visto que no obtenía ningún recurso, se propuso tener un hijo de Poros. Yació, pues, con él, y así quedó encinta de Eros.

El nexo entre Amor y Belleza.

  • Ésta es la razón por la que Eros pasó a ser compañero y servidor de Afrodita, puesto que fue concebido durante los festejos por su nacimiento, y es también la razón por la que por naturaleza orienta su amor hacia lo bello, siendo bella la misma Afrodita.
El amor nace de la necesidad y del deseo.

  • He aquí, pues, la suerte que le correspondió a Eros, en cuanto hijo de Poros y de Penia. En primer lugar, es siempre pobre y está lejos de ser tierno y bello, como cree la gente; más bien al contrario, es rudo e híspido, siempre va descalzo, carece de casa, duerme sobre la desnuda tierra y sin mantas, acostado a cielo abierto en portales o en los caminos. Todo esto porque, compartiendo la naturaleza de la madre, convive con la indigencia.
El amor es activo y emprendedor.

  • Mas, por otra parte, conforme a la naturaleza de su padre, espía la ocasión favorable para poner las manos en las cosas bellas y buenas, puesto que es valiente, impulsivo y vehemente; hábil cazador, está siempre tramando algo; apasionado pensador, capaz de encontrar soluciones brillantes, pasa todo el tiempo amando la sabiduría: es experto en sortilegios y en la preparación de filtros mágicos, como un sofista.
La doble derivación de Amor explica su naturaleza contradictoria.

  • Y además, su naturaleza no es ni la de un mortal ni la de un inmortal: en ocasiones florece y vive en un mismo día, cuando tiene abundancia de recursos, y en otras muere; pero vuelve a vivir gracias a la naturaleza paterna, si bien todo lo que consigue se le escapa irremediablemente de entre las manos. De este modo, Eros nunca es pobre y nunca es rico, sino que, en realidad, se encuentra a medio camino entre la sabiduría y la ignorancia.
La sabiduría no es buscada ni por los ignorantes ni por quienes se creen sabios.

  •     Veamos cómo están las cosas. No hay ninguno entre los dioses que se empeñe en la búsqueda de la sabiduría; no hay ninguno que desee hacerse sabio, porque ya lo es. Por otra parte, cualquier otro que sea sabio no se empeñará nunca en la búsqueda de la sabiduría. Pero tampoco los ignorantes aman la sabiduría, y tampoco los ignorantes desean hacerse sabios; en efecto, lo que es verdaderamente insoportable de la ignorancia es el hecho de que uno que no es bello ni bueno ni tampoco inteligente, crea estar adecuada y suficientemente dotado: el problema es que quien no piensa que está desprovisto de algo, tampoco tiene el deseo de alcanzar aquello de lo que no cree tener la necesidad de ser provisto.


Sólo quien ama se sitúa en una dimensión de búsqueda.

  • SÓCRATES: ¿Pero quiénes son entonces, Diotima, los que se empeñan en la búsqueda de la sabiduría, si no son ni los sabios ni los ignorantes?
DIOTIMA: ¡Eso es evidente incluso para un niño! Son aquellos que se encuentran en medio de estos dos extremos, entre las cuales debe hallarse Eros. La sabiduría, en efecto, se sitúa entre las cosas más bellas, y es a lo bello hacia lo que Eros se vuelca; de esto se deriva, por necesidad, que Amor es amante de la sabiduría; y siendo amante de la sabiduría, es una vía intermedia entre el hombre sabio y el ignorante. La causa de que en él estén presentes estos dos aspectos hay que buscarla, otra vez, en su nacimiento: su padre es sabio y rico en recursos intelectuales; su madre, en cambio, no es sabia y está desprovista de recursos. He aquí, pues, querido Sócrates, cuál es la naturaleza de este demonio.




Literalmente, el término griego psiqué, traducido al latín por anima, significa viento, soplo vital. Designa el principio que da la vida, y está presente en todos los seres vivos (no sólo en el hombre, sino también en los animales), de los que se separa sólo con la muerte. Platón la define como lo que está en condiciones de moverse de por sí: incorpórea, inmaterial, inmortal. Aunque es una sustancia simple e inmaterial,  en su interior el alma está subdividida en tres partes: la racional, que tiene sede en el cerebro; la emocional-pasional, que la tiene en el corazón; la deseosa-instintiva, que se halla en el vientre. Este estrecho nexo con el cuerpo, que se renueva en cada ciclo vital según el principio de la metempsicosis, impide al alma realizar plenamente su propia naturaleza espiritual. Es la razón por la que el filósofo desea morir, es decir, separarse de la prisión corporal.



En el lenguaje ordinario, con el término idea entendemos genéricamente un contenido cualquiera de la mente. Para Platón, por el contrario, la idea posee una propia realidad en sí misma, es eterna e inmutable y existe antes de ser pensada por una mente. Es el modelo único y perfecto de todo lo que en nuestro mundo es múltiple e imperfecto. La idea de perro, por ejemplo, constituye el prototipo ideal de esta especie a partir de la que decidimos si un determinado animal puede o no ser nombrado de este modo. Platón ofrece una descripción mítica de la teoría imaginando un mundo de las ideas en el Hiperuranio (esto es, un lugar ultraterreno visitado por las almas durante la trasmigración de un cuerpo a otro).


33 La escala de Eros.

EL PROBLEMA: ¿Es positivo el amor también cuando se expresa como pasión, enamoramiento, deseo sexual?
LA TESIS: Todos los posibles tipos de amor se disponen, según Platón, a lo largo de una escala jerárquica. En el nivel más bajo se parte del enamoramiento por la belleza de un cuerpo, pero pronto se advierte que la belleza es la misma en todos los cuerpos y se llega a amar la belleza en sí, a apreciarla en todas sus manifestaciones: en el alma, en las instituciones, en las leyes, en las ciencias. El amor pasional, por lo tanto, si bien ha de ser superado en vistas a formas siempre más elevadas de espiritualidad, resulta de alguna manera justificado como el inicio de un posible recorrido de crecimiento espiritual. Al igual que en fragmento anterior, Sócrates vuelve a traer las palabras oídas a Diotima, la sacerdotisa extranjera.

Todos aman, pero pocos saben qué es y a dónde conduce el amor.

  • DIOTIMA: También tú, Sócrates, podrías iniciarte en estos misterios del amor. En cuanto a los misterios últimos y al último grado de la revelación que, si se siguen escrupulosamente los grados intermedios, son la meta final de las cosas antedichas, no sé si serás capaz de acceder.  Sin embargo, te hablaré igualmente de ello y, por lo que a mí respecta, no ahorraré fuerzas en el empeño. Tú intenta seguirme, si estás en condiciones de hacerlo.
El amor puede nacer como enamoramiento y atracción por un cuerpo hermoso.

  • En verdad sucede que quien proceda rectamente hacia esta meta, deberá empezar por dirigirse desde joven hacia la belleza de los cuerpos y, ante todo, si es justo el camino que le indica quien le ejerce de guía, a amar sólo un cuerpo bello y a generar bellos discursos sobre él. Pero después deberá comprender que la belleza que reside en aquel determinado cuerpo es hermana de la belleza que reside en otro, y que, si se debe perseguir lo bello en una forma sensible, sería una gran estupidez no juzgar como única e idéntica la belleza que reside en todos los cuerpos.
El amor ha de llegar a contemplar la belleza en todos los cuerpos.

  • Si esto es así, por fuerza deberá convertirse en amante de todos los cuerpos bellos y atenuar la intensidad de su amor por un solo cuerpo, que podrá desdeñar y tener apenas en cuenta.
… hasta concebir la belleza en sentido espiritual.

  • En consecuencia, será la belleza que reside en las almas la que valorará con mayor aprecio que la belleza física y, por lo tanto, si existiera belleza del alma en alguien que no fuese fúlgido ejemplo de flor de juventud, estará contento de amarlo, de cuidarlo, de hacer para él aquel tipo de discursos que cuadran mejor en los jóvenes; así, se verá conducido a amar lo bello que reside en las ocupaciones y en las reglas de la vida, y a darse cuenta de la afinidad de todo esto consigo mismo, para llegar a valorar la belleza física como algo de muy escaso relieve.
El amor llega a vislumbrar la belleza en toda realidad.

  • Asimilado un estilo de vida, deberá ser guiado hacia los conocimientos para que, en ese punto, descubra la belleza del conocimiento y, volviendo la vista a la extensa esfera de lo bello sin mostrar un apego exclusivo (como alguien esclavizado por la belleza de un muchacho, por un determinado hombre o por una ocupación), se emancipe de la bajeza y de la mezquindad de semejante servidumbre. Se dirigirá entonces a la contemplación del inmenso océano de lo bello y alumbrará un gran número de discursos bellos y sublimes y de pensamientos inspirados en un amor desinteresado por la sabiduría hasta que, reforzado y consolidado su poder, percibirá finalmente un único conocimiento acerca de lo bello, del que ahora te hablaré. Tú esfuérzate en concederme toda la atención que te sea posible.
El momento culminante de la ascensión erótica da la posesión de una ciencia de la belleza en sí.

  • En efecto, quien haya sido debidamente guiado por la vía de la instrucción amorosa hasta el punto de contemplar los objetos bellos por grados en el justo orden, cuando haya llegado al fin de su aprendizaje tendrá la visión fulgurante de una belleza admirable en su naturaleza. Aquella belleza, oh Sócrates, en pos de la que se habían desplegado todos nuestros esfuerzos anteriores: una belleza que es ante todo extraña a la generación y a la corrupción, que no crece ni disminuye y que, en segundo lugar, no es belleza desde un punto de vista y fealdad desde otro, ni más en un momento dado que en otro, ni respecto a algo y no respecto a otra cosa, ni belleza en un cierto lugar y fealdad en otro, belleza para algunos y fealdad para otros.
Existe una idea de la belleza en sí, sin objetivaciones.

  • Y tampoco la belleza se le mostrará, por ejemplo, en un rostro, en las manos o cualquier otra cosa que sea parte del cuerpo; ni bajo los despojos de un discurso o de un conocimiento; ni como existente en otro lugar o en un objeto distinto (por ejemplo, en un ser vivo, en la tierra, en el cielo o en cualquier otra cosa). Se la mostrará, en cambio, como sí misma, en sí misma y por sí misma, en la unicidad y en la eternidad que le pertenecen. Por el contrario, todas las otras cosas bellas participan de ella en un modo tal que,  cuando nacen o dejan de existir, ella en nada aumenta o disminuye, y no se altera en ningún modo.
Los grados de la belleza forman una escala continua.

  • Cuando uno, pues, elevándose de este modo a través de un amor recto por los muchachos, comienza a vislumbrar lo bello, habrá entonces casi llegado a la cumbre de la ascensión. He aquí cuál es el justo camino para proceder hacia la disciplina del amor solos o con la guía de otro: el punto de partida está en las cosas bellas de este mundo; el de llegada está en lo bello, y hacia él nos elevamos progresivamente con la ayuda, por así decirlo, de escalones.
Así pues, incluso el enamoramiento puede ser el inicio de un recorrido positivo.

  • Se parte de un solo cuerpo; luego se pasa a dos y, después, a todos los cuerpos bellos; de los cuerpos bellos a las bellas obras y de las bellas obras a los bellos conocimientos, hasta que, elevándose por encima de los bellos conocimientos, se llega al fin a aquel conocimiento que no es sino el de lo bello en sí mismo. Así, en el último grado de esta ascensión estaremos ante lo bello y puro como tal.
El amor por la belleza en sí produce una mejor calidad de hombre.

  • Es precisamente por ese momento de la vida, querido Sócrates, y más que por ningún otro, por el que vale la pena haber vivido: ¡Cuando se contempla lo bello en sí! Y si un día consiguieses por ventura contemplarlo, llegarás a pensar que no es en absoluto comparable ni con el siempre refulgente oro ni con un vestido suntuoso ni con los muchachos o los jóvenes cuya simple visión ahora te deja estupefacto y dispuesto (tú como muchos otros, puesto que como todos ellos también tienes los ojos puestos en los amados y buscas el estar siempre en su compañía), si fuese posible, a no comer ni beber, sino únicamente a contemplarlos y a pasar el tiempo junto a ellos.
El tono fuertemente místico con el que Platón describe el resultado de la ascensión erótica en este elogio del amor y de la belleza fue retomado por el Cristianismo y por Plotino (véase 52).

  • ¿Qué pensar, entonces, de la condición de un hombre que haya llegado a ver lo bello en sí, puro, inmaculado, íntegro; qué de quien sin la carga de la carne, de los colores de los hombres y de todas las otras vanidades mortales, pueda contemplarlo en sí mismo, bello y divino, en la unicidad de su forma? ¿Crees acaso que valdría poco la vida de un hombre cuya mirada se orientase a aquel sublime objeto, que pudiese contemplarlo provisto de cuanto sirve a ello, que viviese a él emparentado? ¿No valoras más bien que sólo allí, viendo lo bello con los medios gracias a lo que es visible, podrá engendrar no ya fantasmas de virtud, porque no es un fantasma con lo que él ha tenido contacto, sino la verdadera virtud, porque vendrá de haber tenido contacto con lo verdadero? Ahora bien: a quien engendra y hace crecer la verdadera virtud, ¿No le espera acaso convertirse en amigo de los dioses? ¿Y no es a él, más que a ningún otro en el mundo, a quien compete volverse inmortal?

34 Cuando el delirio es un don divino.

EL PROBLEMA: ¿Qué es la locura? ¿Son patológicas todas las formas de locura? ¿Es el amor una locura?
LA TESIS: En el siguiente pasaje, originario del Fedro, Platón afirma que la pasión amorosa excluye la reflexión racional y, por lo tanto, es una forma transitoria de locura. Por otra parte, no siempre la locura debe ser considerada dañina. Hay tipos de locura positiva, como la de la profetisa de Delfos, el oráculo capaz de predecir el futuro: si no conseguimos atribuir un sentido a sus frases inconexas es sólo porque no estamos en condiciones de comprender la lengua que a través de ella hablan los dioses. La locura puede ser una forma de participación del mundo divino, y el amor, incluso el pasional y emotivo, es siempre un bien: al menos, un inicio en la vía del conocimiento (véase 33).

El amor es una forma positiva de locura.

  • No es veraz que se deba preferir más a quien no ama que a un enamorado, con el pretexto de que éste delira y el otro, en cambio, está sano y es sabio.
Existen formas benéficas de locura.

  • Eso estaría bien dicho si el delirio fuese siempre un mal; en cambio, los mayores dones provienen y nos son dados de ese estado de delirio que nos ha sido entregado como don divino.
La capacidad profética es un ejemplo de locura positiva.

  • En efecto, la profetisa de Delfos y las sacerdotisas de Dodona han procurado muchos beneficios a Grecia en ese estado de exaltación, sea para los individuos, sea para las comunidades; y cuando, por el contrario, estaban en sí, poco o nada hicieron. No se tema, pues, por uno mismo ni nos desconcierte el argumento que nos pone en guardia para hacernos preferir un amigo cuerdo a otro apasionado.
El delirio amoroso puede ser un don divino.

  • Pero que cante victoria esta teoría sólo después de haberse demostrado que el amor no es enviado por los dioses al enamorado y al amado para su provecho. Está en nosotros demostrar lo contrario; es decir, que esta especie de delirio es la mayor fortuna concedida por los dioses.

TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO