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CREACIÓN



En el lenguaje de la teología, la creación es el acto libre y voluntario (no necesario) de una divinidad trascendente (--> Trascendencia) que otorga existencia al Universo a partir de la nada (no transformando una materia precedente). Esta noción, central en la especulación cristiana sobre Dios, es de origen bíblico (la narración del Génesis en que Dios da existencia a las cosas mediante el acto de nombrarlas). El mundo griego no llegó a conocerla y se enfrentó al problema del origen del mundo a través de dos soluciones principales:
  • El demiurgo. Según Platón, el Universo no fue creado sino construido literalmente por un dios artífice, el demiurgo, una divinidad de rango inferior que había plasmado la materia (preexistente en estado caótico) tomando como modelos las ideas (--> Idea Platónica). Por tanto, no se trata de un acto propiamente creativo, sino que de tipo técnico y artesanal: el demiurgo no inventa los seres sino que los copia, con un grado más o menos alto de perfección, de los prototipos ideales (eternos, no creados). Además su acción queda limitada por la resistencia de la materia, que según Platón no ha sido creada y existe desde siempre. Los griegos nunca asumieron la idea de una creación ex nihilo, es decir, que algo pudiera nacer de la nada (ni siquiera por voluntad divina). Incluso Aristóteles, quien imaginaba a Dios como el motor inmóvil del que procede el movimiento del Universo, consideraba la materia eterna como el mismo Dios.
  • La emanación (-->). Plotino elaboró el concepto de emanación, según el cual el mundo procede de Dios mediante un proceso objetivo y necesario que no implica un acto voluntario y responsable de Dios. Los diferentes grados del ser (--> Hipóstasis) <proceden> de Dios automáticamente, como la consecuencia inevitable de su ser. Según Plotino, la materia no forma parte de este proceso; por el contrario, es lo que se opone a su realización y no tiene nada que ver con la divinidad.
Lo que caracteriza la solución hebraico-cristiana (y los griegos la conocían) es la idea de Dios como persona: es decir, de un ente, un ser individual dotado de una voluntad propia y autónoma, distinto y separado del mundo, preexistente al tiempo y a la materia (la cual es fruto de su acto creativo, absolutamente ex nihilo y sin demiurgos intermediarios).

La noción de creación, al ser concebida como un acto de pura voluntad divina, planteó al cristianismo el dramático problema de la responsabilidad de Dios con respecto al producto de su obra, el mundo, en el que existen evidentes imperfecciones (el dolor, las injusticias, las catástrofes). Se trata de un problema que el mundo griego no conocía, puesto que todas las soluciones elaboradas por la filosofía antigua intentaban separar al máximo posible la divinidad de la realidad del mundo y, de esta forma, era posible <excusar> de varias maneras sus múltiples defectos (posibles errores del demiurgo, resistencia de la materia). Por el contrario, el concepto cristiano de creación a partir de la nada estableciendo un vínculo estricto entre Dios y su obra, planteaba dramáticamente el problema de la existencia del mal en el mundo: si Dios es el todopoderoso creador del mundo, ¿Por qué no ha creado un mundo perfecto?.





TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO