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Asesorías Filosóficas Personalizadas

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ARISTÓTELES


384 – 324 a.C.




Aristóteles nació en Estagira, en la Grecia Septentrional cercana a los confines de Macedonia. Después de haber quedado huérfano, se trasladó a Atenas con dieciocho años de edad, y allí frecuentó la escuela de Platón durante veinte años, hasta la muerte del maestro en 347 a.C. Dejó Atenas por su desacuerdo con la nueva dirección de la Academia, fundó una escuela propia en Assos y, como una especie de moderno visiting professor, visitó numerosas islas griegas. Su vida cambió radicalmente cuando, en 342, Filipo II, rey de Macedonia, lo llamó a su corte como preceptor de Alejandro, el joven de trece años destinado a conquistar el mundo y a merecer el título de Magno. Por un azar único en la historia, se encontraron reunidos el máximo filósofo y el más genial político de la Antigüedad; y es una verdadera lástima que ni el alumno ni el preceptor recordasen después los seis años que pasaron juntos. Aristóteles permaneció en la corte macedónica hasta que Alejandro subió al trono, en 336. Al año siguiente retornó a Atenas y fundó una escuela: el Liceo. Durante diez años dirigió esta institución –que hoy sería una especie de instituto de investigación- con un éxito tal que eclipsó por un tiempo la fama de la Academia platónica. Además de coordinar el trabajo de numerosos colaboradores, Aristóteles impartía cursos a los escolares (las lecciones denominadas esotéricas sobre materias de mayor dificultad) y conferencias dirigidas al público (lecciones exotéricas), lamentablemente, hoy perdidas. A la muerte de Alejandro y con el surgimiento en Atenas de sentimientos antimacedónicos, se vio obligado a exiliarse a Calcis, donde fallecería algunos meses más tarde.

Las obras de Aristóteles están divididas en grupos. 1) Sobre lógica: Categorías, Organon, Refutaciones de los Sofísticas; 2) Sobre física: Física, Meteoros, Alma; 3) Sobre ética: Ética a Nicómaco, Magna Moralia. 4) Sobre retórica y lingüística: Retórica, Poética; 5) Sobre biología: Investigaciones sobre los Animales (zoología), Las partes de los Animales (anatomía y fisiología), Reproducción de los Animales (genética y embriología), Movimiento de los Animales.


35 La filosofía nace del asombro.

EL PROBLEMA: ¿Por qué los hombres desean conocer? ¿De qué nace la filosofía?
LA TESIS: El deseo de conocer es intrínseco a la naturaleza humana y nace del asombro frente a la belleza del mundo. Todo conocimiento produce una sensación de alegría, sea que se trate de una simple percepción o, con mayor razón, cuando proviene de una pura intuición intelectual (una iluminación del espíritu). Por ello también filosofaban los nacidos antes del advenimiento de la filosofía: porque no es posible vivir sin interrogarse sobre el mundo que nos rodea. No se puede vivir sin filosofar, al menos en las sociedades económicamente desarrolladas. En efecto, según Aristóteles, dado que la filosofía es una actividad desinteresada y no inmediatamente útil para resolver problemas de la vida cotidiana, para que una civilización desarrolle una reflexión filosófica es necesario que haya resuelto los problemas más urgentes de supervivencia. Los textos que siguen hasta el punto 39 han sido extraídos de la Metafísica.

La alegría producida por las sensaciones visibles demuestra que el conocimiento es tanto un placer como un instinto.

  • Todos los hombres tienden por naturaleza al conocimiento: signo evidente de esto es la alegría que experimentan por las sensaciones, pues éstas, aparte de su utilidad, son queridas de por sí. Y la más apreciada de todas es la que se ejercita mediante los ojos.
El de la vista es el más importante de los sentidos y el más semejante al conocimiento en sí.

  • En efecto preferimos, por así decirlo, la vista a todas las otras sensaciones, y no sólo cuando miramos con un objetivo práctico, sino también cuando no pretendemos realizar ninguna acción. Y la razón de ello reside en el hecho de que esta sensación, más que ninguna otra, nos permite adquirir conocimiento y nos presenta con inmediatez numerosas diferencias…
La filosofía nace del asombro frente a los misterios naturales.

  • Tanto al inicio como ahora, los hombres han tomado el motivo para filosofar del asombro, pues desde el principio han sentido sorpresa por los fenómenos más simples de los que no sabían darse cuenta y después, poco a poco, se han encontrado frente a problemas más complejos, como la naturaleza de la Luna y del Sol, o las estrellas y el origen del universo.
Entre pensamiento mítico y filosófico hay una continuidad: ambos buscan el fin último de las cosas.

  • Quien se halla en un estado de incertidumbre y de asombro cree ser ignorante (por ello, también quien tiene interés por las leyendas es, en cierto sentido, filósofo, pues el mito es un conjunto de cosas asombrosas).
La filosofía es amor al conocimiento puro y desinteresado.

  • Por lo tanto, si es cierto que los hombres se han entregado a filosofar con el objetivo de huir de su ignorancia, es evidente que buscan conocer por puro amor al saber y no por cualquier otra necesidad práctica.
Lo prueba el hecho de que la filosofía nace sólo en sociedades económicamente desarrolladas.

  • Y el curso de los acontecimientos es también testimonio de ello, pues sólo cuando han dispuesto de todos los medios indispensables para la vida, los que procuran comodidad y bienestar, han iniciado los hombres su búsqueda de esta especie de conocimiento.
La filosofía es pura actividad contemplativa.

  • Queda claro que nos dedicamos a esta búsqueda sin atender a ventajas exteriores, sino que, así como llamamos libre a quien vive para sí y no para otro, así consideramos tal ciencia.

36 La diferencia entre el hombre y el animal.

EL PROBLEMA: ¿En qué consiste la inteligencia?
LA TESIS: Aristóteles propone una jerarquía de los seres vivos basada en su respectiva capacidad de conocimiento. Mientras que los animales poseen sólo capacidades sensoriales, la memoria y las facultades intelectivas permiten al hombre hacer experiencia; es decir, unificar en bloques coherentes la multiplicidad caótica de los datos sensibles. A su vez, la experiencia es la base sobre la que apoyamos las más sofisticadas operaciones de la racionalidad, que se define como la capacidad de identificar cuanto hay de universal en un hecho concreto. Esta capacidad, característica y exclusiva del hombre, es esencial para la ciencia, pues ésta no puede limitarse a la simple experiencia, sino que debe construir un pensamiento conceptual: es decir, producir entramados de categorías en las que encuadren las experiencias concretas. El ejemplo de la medicina es claro: para que haya ciencia no basta con saber curar casualmente a uno u otro individuo, sino que es necesaria una teoría que explique la razón de que un determinado remedio sea válido para todos los individuos que sufren una determinada enfermedad. La experiencia se contenta con el qué de los hechos (cómo, cuándo, en qué modo ocurren); la ciencia busca comprender el por qué de su verificación.

Todos los animales poseen sensibilidad, pero difieren por sus capacidades mnemónicas y, por lo tanto, por su inteligencia.

  • Es un hecho natural que todos los animales poseen sensibilidad, pero en algunos la memoria no nace de tal sensibilidad, y en otros sí. Y precisamente por esto, estos últimos son más inteligentes y tienen mayor capacidad de aprender respecto a aquellos privados de capacidades mnemónicas; y son inteligentes.
Tanto la memoria como la inteligencia necesitan del oído.

  • Todos los animales que no pueden percibir los sonidos (como la abeja y cualquiera otra clase similar de animal) carecen de capacidad para aprender; por el contrario, tienen capacidad para aprender todos los que están provistos de oído, además de memoria.
Sólo los hombres realizan una verdadera experiencia.

  • En la vida de los animales, sin embargo, están presentes sólo imágenes y recuerdos, mientras que tienen una limitadísima parte de la experiencia; en la vida del género humano, en cambio, están presentes actividades artísticas y racionales.
Sólo la memoria hace posible la experiencia.

  • Y en los hombres, la experiencia se origina en la memoria, pues la multiplicidad de los recuerdos de un mismo objeto ofrece la posibilidad de cumplir una única experiencia.
Y la experiencia, a su vez, es el punto de partida de cualquier teoría, arte o ciencia.

  • Es más: parece que la experiencia es algo parecido a la ciencia y el arte, pero en realidad la experiencia es para los hombres sólo el punto de partida del que derivan la ciencia y el arte, porque la experiencia crea arte, como bien dice Polo <un personaje del Gorgias de Platón>; en cambio, la falta de experiencia produce sólo hechos casuales.
La ciencia generaliza siempre experiencias particulares.

  • El arte nace cuando de una pluralidad de nociones empíricas se produce un único juicio universal que abraza todas las cosas semejantes entre sí.
La medicina, por ejemplo, busca remedios válidos para todos los que sufren la misma enfermedad.

  • En efecto, la experiencia se limita a reconocer que una cierta medicina se adapta a Calias, afectado por cierta enfermedad, o incluso a Sócrates o a muchos otros tomados individualmente; pero juzgar que una determinada medicina sea adecuada a todos éstos considerados como una única especie, es deber del arte médico.

37 Por qué la metafísica es necesaria.

EL PROBLEMA: ¿Cuáles son los presupuestos de toda investigación científica?
LA TESIS: Según Aristóteles, existen dos tipos de ciencias: las teoréticas (metafísica, matemática, física) tratan de lo que es necesario y se ocupan sólo de lo que es universal; las práctico-empíricas (medicina, ética, política…) tratan de lo que es posible y se ocupan de hechos, casos y experiencias particulares. Puesto que tienen que ver directamente con el mundo y producen, por lo tanto, resultados tangibles, las segundas gozan de mayor prestigio, pero sin la aportación de las primeras se reducirían a bien poca cosa. Las ciencias prácticas, en efecto, necesitan de una filosofía primera capaz de analizar a nivel puramente teórico lo que todas las particulares formas del saber tienen en común: esto es, la noción de ser. La medicina estudia el ser en cuanto cuerpo vivo; la política estudia el ser de la sociedad; la ética, el ser como acción; la matemática, el ser como cantidad; sólo la filosofía estudia primero al ser en cuanto ser, en abstracto e independientemente de cualquier otra determinación particular.

En tanto que producen resultados tangibles, las ciencias empíricas basadas en la experiencia parecen superiores a las teoréticas.

  • Desde un punto de vista estrictamente práctico, parece que la experiencia no difiere, de hecho, del arte; vemos, al contrario, que los empíricos obtienen un éxito mayor respecto a quienes se basan sólo en la razón, sin tener una adecuada experiencia.
Las ciencias empíricas se ocupan de individuos; es decir, de casos concretos.

  • La razón de esto reside en el hecho de que la experiencia es conocimiento de lo particular, mientras que el arte es conocimiento de lo universal. Todas las actividades prácticas y productivas se ocupan de lo particular, pues el médico se cuida del hombre por vía accidental: se cuida de Calias o de Sócrates o de cualquier otro individuo que así se llame y para el que ser hombre es algo accidental.
Un médico, por ejemplo, debe adecuar la teoría al caso del examen.

  • Por lo tanto, si un médico no tiene en cuenta la experiencia y se basa sólo en el razonamiento y conoce lo universal pero ignora lo particular que hay en éste, muchas veces errará en la cura, puesto que es precisamente lo particular lo que necesita curar.
Las ciencias teoréticas son más profundas que las empíricas porque examinan las causas, y no sólo las manifestaciones de los fenómenos.

  • Pese a esto, nosotros creemos que el conocer y el entender son propiedades más propias del arte que de la experiencia; también consideramos más sabios a quienes son competentes que a quienes siguen la sola experiencia, pues pensamos que, en todo caso, la sabiduría acompaña al conocimiento; y esto se debe al hecho de que los unos conocen la causa, y los otros no. Los empíricos, en efecto, saben el qué, pero no el por qué; estos otros, en cambio, saben discernir el por qué y la causa.
Sólo quien conoce las causas de los fenómenos puede preverlos, y estará por ello en condiciones de dirigir y organizar el trabajo humano.

  • Y también por esta razón creemos que quienes dirigen cualquier actividad profesional son más dignos de respeto y tienen mayor conocimiento y son también más sabios que los simples ejecutores, pues conocen las causas de sus mismos productos, mientras que los ejecutores, comportándose de manera semejante a ciertos seres inanimados, actúan, pero actúan sin saber lo que están haciendo, como hace el fuego cuando arde. Pero los que dirigen son más sabios no en virtud de su actividad práctica, sino porque poseen la teoría y distinguen las causas.
Se puede afirmar que se conoce bien una ciencia cuando se está en condiciones de enseñarla.

  • En general, lo que distingue al que sabe del que no sabe es la capacidad de enseñar, y es ésta la razón por la que creemos que el arte puede acercarse a la ciencia más que la experiencia, pues aquellos que conocen el arte pueden enseñar, mientras que los otros no.
Al conocimiento de las causas no se llega por medio de la percepción.

  • Creemos, por otra parte, que ninguna sensación puede identificarse con la sabiduría; las sensaciones son, indudablemente, fundamentales para la adquisición de conocimientos particulares, pero no nos explican las causas de nada; no nos dicen, por ejemplo, por qué el fuego es caliente, sino sólo que es caliente…
Una vía fecunda para la definición de la sabiduría consiste en indagar las características del hombre sabio.

  • Por lo tanto, lo que resulta evidente es que la sabiduría es una ciencia que se ocupa de ciertas causas y de ciertos principios. Puesto que nuestra investigación versa precisamente sobre tal ciencia, debemos examinar qué causas y qué principios constituyen el objeto del que la sabiduría es ciencia. Pero quizá esta búsqueda pueda conducirse con mayor claridad si consideramos las opiniones que tenemos en torno al sabio.
El sabio no conoce todo, sino que sabe orientarse en cada ciencia.

  • En primer lugar, creemos que el sabio conoce todas las cosas en los límites de lo posible, pero sin que tenga un conocimiento de tales cosas en su particularidad.
La verdadera sabiduría es siempre intuitiva: es decir, se opone al sentido común.

  • En segundo lugar, consideramos sabio a quien está en condiciones de comprender las cosas difíciles y no fácilmente accesibles al humano conocimiento: experimentar una sensación es, en realidad, algo común a todos, y por ello es algo fácil y no constituye indicio de sabiduría.
Sabiduría es, en esencia, conocimiento de las causas.

  • Por otra parte, creemos que es más sabio el que, en cada rama de la ciencia, conoce las causas con mayor exactitud y sabe mejor cómo enseñarlas.
Las ciencias teoréticas son, por lo tanto, superiores a las empíricas. Hay una jerarquía entre las ciencias.

  • Y, entre las ciencias, aquella que es preferible por sí misma y a los fines del conocimiento es más auténticamente ciencia respecto a la que nos interesa por sus resultados prácticos. Y la que es superior también es más auténticamente sabiduría respecto a la que de ésta depende, pues es indispensable que el sabio no reciba órdenes, sino que sea él quien las dé, y de que no sea él quien obedezca a otro, sino que el menos sabio debe obedecerle a él…

38 La metafísica es ciencia del ser.

EL PROBLEMA: ¿Qué estudia la metafísica?
LA TESIS: La metafísica, la filosofía primera que analiza los métodos y las premisas de las ciencias particulares (las filosofías segundas), estudia el ser en cuanto ser. Lo que significa que esta ciencia, prescindiendo de las infinitas determinaciones concretas asumidas por el ser (del que cada cosa, en cuanto es, participa), analiza de manera abstracta la noción de realidad. ¿Qué entendemos cuando decimos que una cosa es la que es? ¿Por ejemplo, que un determinado ser es un hombre o un animal? No aludimos, ciertamente, a todo lo que está presente sólo en aquel determinado ejemplar que consideramos, o a lo que es por su naturaleza fugaz y pasajero. Ser hombre o animal no depende del color del cabello, de la edad, del peso y de todos los demás posibles accidentes casuales y fortuitos eventualmente presentes: depende, por el contrario, de algo sustancial y universal. El verdadero ser de una cosa coincide con su sustancia, es decir, con lo que no puede no ser en ella, so pena de la transmutación de dicha cosa en otra. Si, por ejemplo, convenimos en que la sustancia del hombre (su ser) es la racionalidad, deberemos incluir en la categoría hombre todo lo que razona, independientemente de cualquier otro factor accidental, y excluir a quien no posea esta característica.

La metafísica estudia el ser en cuanto tal.

  • Hay una ciencia que considera el ser en cuanto ser y las propiedades que le competen en cuanto tal.
La metafísica es la filosofía primera, presupuesto de todo saber.

  • Ella no se identifica con ninguna de las ciencias particulares: en efecto, ninguna de las demás ciencias considera el ser en cuanto ser como universal objeto de búsqueda, sino que cada una de ellas delimita una parte del ser y estudia sus características, como hacen, por ejemplo, las ciencias matemáticas.
La metafísica no estudia lo accidental, sino que busca la sustancia, la razón por la que cada cosa (el ser) es lo que es.

  • Y puesto que investigamos las causas y principios supremos, es evidente que éstos deben ser causas y principios de una realidad que es por sí misma. Si resultase que también quienes investigaban los elementos de los seres indagaban estos principios supremos, necesariamente aquellos elementos no eran elementos del ser accidental, sino del ser como ser. Por lo tanto, también nosotros debemos investigar las causas primeras del ser en cuanto ser.
El término ser es polisémico: posee muchos y diferentes significados (como el término <sano>).

  • El término ser se emplea con distintos significados, pero se refiere siempre a una unidad y a una realidad determinada. No se utiliza, pues, por homonimia, sino del mismo modo en que decimos sano respecto a todo lo que se refiere a la salud: en cuanto la conserva, en cuanto la produce, en cuanto es síntoma de algo o en cuanto algo está en condiciones de recibirla. O también en el modo en el que denominamos médico a todo lo que se refiere a la medicina: porque posee el arte de la medicina, porque por naturaleza tiene disposición por ella o porque es obra de la medicina; y podríamos dar otros ejemplos de cosas que se dicen en el mismo modo que éstas.
La palabras <ser> puede designar la sustancia esencial de una cosa o un aspecto suyo accidental. Puede emplearse, además, para designar la nada (el no ser).

  • Así pues, también el término ser se emplea en muchos sentidos, pero todos con referencia a un único principio: algunas cosas se llaman seres porque son sustancia, otras porque son afecciones de la sustancia, otras porque son vías que llevan a la sustancia, o bien porque son corrupciones, privaciones, cualidades, causas productivas, causas generadoras tanto de la sustancia como de lo que se refiere a la sustancia, o también porque son negaciones de algunas de dichas referencias o de la sustancia misma. (Por esto decimos que también el no ser es en cuanto no ser.).
Cada ciencia se ocupa de un aspecto concreto del ser (incluso de los accidentales).

  • En definitiva, como hay una única ciencia de todas las cosas que son llamadas sanas, así sucede también en los otros casos. En efecto, compete a una única ciencia no sólo el estudio de las cosas que se dicen en un único sentido, sino también de aquellas que se dicen en sentidos diversos pero en referencia a una única naturaleza: incluso éstas, en cierto modo, también expresan un único significado.
La metafísica se ocupa del ser como sustancia.

  • Es evidente, pues, que los seres serán objeto de una única ciencia, precisamente en cuanto seres. Sin embargo, en cualquier caso la ciencia tiene como objeto, esencialmente, lo que es primero: es decir, aquello de lo que depende y en virtud de lo que se denomina todo el resto. Así pues, si esto es la sustancia, el filósofo deberá conocer las causas y los principios de la sustancia.

39 Ciencia es conocer las cuatro causas.

EL PROBLEMA: ¿Cuáles son las causas del devenir? ¿En qué sentido los hechos ocurren por necesidad?
LA TESIS: La sustancia de cualquier ser coincide con su causa. Pero un hecho nunca se produce por una sola causa. Cabe individualizar: 1) Una causa material: la sustancia concreta de la que un objeto está compuesto, como el bronce de una estatua; 2) Una causa eficiente: el proceso que ha producido el objeto en cuestión, como el trabajo del artista en el caso de la estatua; 3) Una causa formal: la estructura interna que determina la realidad de un objeto, como el modelar la estatua; 4) Una causa final: el objetivo por el que una cosa nace o se produce. Las últimas dos causas, escasamente analizadas por los filósofos anteriores, son de superior importancia respecto a las primeras.

Hay que establecer una jerarquía entre los cuatro significados del concepto de causa.

  • Es clara la necesidad de adquirir la ciencia de las causas primeras: en efecto, decimos conocer una cosa cuando creemos conocer la causa primera. Por su parte, las causas se entienden en cuatro significados distintos.
Causa es la esencia, la forma (la estructura).

  • En un primer sentido, decimos que causa es la sustancia y la esencia: en efecto, el por qué de las cosas reconduce, en un último análisis, a la forma; y es el primero porque precisamente toda causa es un principio.
Causas se llaman también la materia, el movimiento y el fin.

  • En un segundo sentido decimos que causa es la materia y el sustrato: en un tercer sentido decimos que causa es el principio del movimiento; en un cuarto sentido decimos que es causa la opuesta a esta última, es decir, el objetivo y el bien: en efecto, éste es el fin de la generación y de todo movimiento.
El concepto de causa ha sido ya examinado por los filósofos…

  • Estas causas han sido adecuadamente estudiadas por nosotros en la Física; no obstante, debemos examinar también aquellos que antes de nosotros han afrontado el estudio de los seres y han filosofado en torno a la realidad. Es claro que ellos hablan de ciertos principios y causas. Ahora bien, remitirse a ellos tendrá una cierta ventaja para el presente estudio: o encontraremos algún otro género de causa, o adquiriremos una sólida creencia en las causas de las que ahora hemos hablado.
… pero ninguno ha sabido analizar a fondo las causas formales y finales.

  • Brevemente y atendiendo a los más relevantes, hemos examinado qué filósofos tienen discurso en torno a los principios y en torno a la verdad, y en qué modo tienen discurso. De este examen hemos sacado las siguientes conclusiones: ninguno de los que han tratado sobre el principio y sobre la causa ha hablado de otras causas fuera de nuestras distinciones planteadas en los libros de la Física, pero todos parecen haber aludido en cierto modo precisamente a ellas, si bien de manera confusa.
Las causas materiales y eficientes han sido identificadas.

  • Algunos, de hecho, hablan del principio como materia, ya sea que lo entiendan como único o como múltiple, ya sea que lo representen como corpóreo o como incorpóreo. Algunos otros han visualizado, en cambio, la causa motriz.
Platón subrayó la importancia de la causa formal.

  • Ninguno, sin embargo, ha informado con claridad acerca de la esencia de la sustancia. Pese a ello, quienes se han pronunciado al respecto más que los otros, han afirmado la existencia de formas.
Sin embargo, nadie ha considerado las causas finales.

  • Por último, del fin por el que tienen lugar las acciones, cambios y movimientos, dicen que en un cierto modo es causa, pero no dicen después en qué modo lo sea, ni dicen cuál sea su naturaleza. Quienes ponen la inteligencia o la amistad, admiten, sí, que estas causas son un bien, pero no hablan de ellas como si fuesen el fin por el que algunos seres son o se producen, sino como si los movimientos derivasen de ellas.
Para la comprensión de un hecho es necesario el análisis de todos los tipos de causa.

  • Así pues, que nosotros hayamos definido con exactitud tanto el número como la naturaleza de las causas es algo que creo bien atestiguado por todos estos filósofos, en tanto que ellos no han sabido determinar otras. Por otra parte, es evidente que hay que estudiar todos los principios en estos (cuatro) modos, o bien en alguno de estos (cuatro) modos.

40 La causa final y el origen de los monstruos.

EL PROBLEMA: ¿Por qué las cosas existen en este momento? ¿Qué es lo que las hace ser lo que son? Si las causas de las cosas son múltiples ¿Cuál es la más importante?
LA TESIS: Entre las cuatro posibles causas identificables como origen de cualquier cosa destaca por su importancia la causa final: aquello que en última instancia hace que las cosas sean lo que son y el objetivo por el que han nacido. Para un objeto, un ente o un individuo, existir significa tender hacia un objetivo, cambiar su potencia, convertirse en acto (es decir, en lo que puede llegar a ser, que es aquello en lo que se transforma después del cambio).

Si se considera un objeto determinado por una materia que lo compone y una forma que lo organiza, entonces la causa final corresponde a la forma. Lo que, en otros términos, significa que la estructura interna de algo depende de su fin. Lo demuestra el caso de los monstruos, seres cuya forma se ha desarrollado independientemente de cualquier finalidad racional. (De la Física).

La tesis: todo en la naturaleza tiene una causa final.

  • En primer lugar, es necesario decir por qué la naturaleza es una de las causas finales (…)
La hipótesis contraria: todo en la naturaleza sucede por casualidad.

  • Pero nace una duda: ¿Qué veta el que la naturaleza opere sin ningún fin y no en vistas de lo mejor, como Zeus origina la lluvia: no para hacer crecer el trigo, sino por necesidad? De hecho, lo que se ha evaporado debe enfriarse y, una vez enfriado, se convierte en agua y cae; y que el trigo crezca cuando esto ocurre es un hecho accidental. Del mismo modo, cuando el grano, supongamos, se estropea en la era, no ha llovido con este fin: es decir, que no ha llovido para que el trigo se arruine, sino que ha llovido por accidente.
Si todo fuese casual no existirían causas finales, sino sólo hechos accidentales.

  • Por lo tanto, nada veta que este estado de cosas se verifique también en los seres vivos y que, por ejemplo, los incisivos nazcan por necesidad agudos y aptos para cortar, y los molares, en cambio, planos y útiles para masticar la comida: pero que todo esto ocurra no para tales fines, sino por accidente. Y así también con las otras partes en las que parece haber una causa final.
Los organismos complejos estarían formados sólo por una afortunada combinación.

  • Y, por lo tanto, aquellos seres en los que todo se ha producido accidentalmente, pero del mismo modo que si se hubiese producido en vistas a un fin, se han conservado por el hecho de que por casualidad han resultado constituidos en un modo oportuno: otros, en cambio, no se hallan en tal situación, sino que se han perdido o se van perdiendo como aquellos bueyes con rostro humano de los que habla Empédocles.
Pero la regularidad de los fenómenos naturales desmiente esta hipótesis.

  • Éste, o más o menos éste, es el razonamiento que podría ponernos en apuros: pero es imposible que suceda así. En efecto, las cosas citadas y todas aquellas que son por naturaleza se generan de este modo, siempre o en su mayoría,  mientras que esto no se verifica en las cosas fortuitas y casuales.
La presencia de algunas excepciones no invalida las reglas y no demuestra la casualidad de los fenómenos.

  • De hecho, parece que si durante el invierno llueve a menudo no es fortuitamente ni por casualidad, pero sí lo es bajo la canícula; y lo mismo sobre que haga calor bajo la canícula, pero sí en invierno. En consecuencia, desde el momento en que tales cosas parecen generarse o por fortuita coincidencia o en virtud de una causa final, si no es posible que ellas ocurran ni por fortuita coincidencia ni por casualidad, entonces ocurrirán en vistas a un fin. Así pues, hay una causa final en todas las cosas que en la naturaleza son generadas y existen.
También la regularidad de la sucesión temporal de los fenómenos desmiente la hipótesis de la casualidad.

  • Por otra parte, en todas las cosas que tienen un fin sucede que en virtud de éste se hacen algunas cosas antes, y otras después. Por lo tanto, como una cosa está hecha, así ella está dispuesta por la naturaleza, así está hecha, de modo que no exista impedimento alguno. Pero ella está hecha para un fin: así pues, está dispuesta por naturaleza a un tal fin. Por ejemplo: si la casa formase parte de los productos naturales, estaría generada con las mismas características con las que ahora es producida por el arte; y si las cosas naturales fuesen generadas no sólo por naturaleza, sino también por arte, estarían producidas en el mismo modo en que lo son por naturaleza. Porque una cosa tiene como fin la otra.
El finalismo está presente tanto en la naturaleza como en el arte.

  • En definitiva: algunas cosas que la naturaleza es incapaz de efectuar, las cumple el arte; otras, en cambio, las imita. Y si las cosas artificiales tienen una causa final, es evidente que así también sucede a las cosas naturales: en efecto, el antes y el después están en relación recíproca, y en el mismo modo tanto en las cosas artificiales como en las naturales.
El finalismo es evidente en los animales y en las plantas.

  • Pero esto se pone de manifiesto de manera particular en otros animales que no operan ni por arte ni por búsqueda ni por voluntad: tanto es así, que algunos se preguntan si algunos de ellos, como las arañas, las hormigas y otros de tal género, trabaja con la mente o con algún otro órgano…
En la naturaleza hay una materia y una forma. La forma es la causa final.

  • Y a quien procede así, gradualmente, también le parece que las cosas útiles son producidas en las plantas para el fin, como las hojas para proteger el fruto. Si la golondrina crea su nido y la araña la tela según la naturaleza y en vistas a un fin, también las plantas generan hojas para sus frutos y disponen las raíces no arriba, sino abajo, para poder nutrirse por ellas. Y es evidente que tal causa está precisamente en las cosas que son generadas y existen por naturaleza.
La existencia de monstruos demuestra que también la naturaleza, como el arte, puede cometer errores.

  • Por lo demás, también se verifican errores en los productos del arte (el gramático escribe de modo incorrecto y el médico se equivoca en la dosis del fármaco); es obvio, por lo tanto, que esto también puede ocurrir en los productos naturales. Así pues, si existen cosas artificiales en las que lo que es exacto es tal en virtud de la causa final, mientras que en las partes equivocadas se contemplaba lograr un fin que no se ha alcanzado, la misma cosa ocurrirá también en los productos naturales: así, los monstruos son errores de una causa final determinada. Y en las estructuras físicas fundamentales, si los bovinos no hubiesen estado en condiciones de alcanzar un cierto término o un cierto fin, esto habría llevado a la corrupción de algún principio, como es corrupto el semen en el caso de los monstruos.

41 Dios es el motor inmóvil.

EL PROBLEMA: ¿Cómo se debe pensar a Dios?
LA TESIS: Según Aristóteles, es posible probar la existencia de Dios a partir de la explicación de la realidad del movimiento. Todo lo que se mueve, en efecto, debe ser puesto en movimiento por algo distinto que, a su vez, presupone otro agente motor, y así sucesivamente. Es obvio que la cadena no puede proseguir hasta el infinito: necesariamente tiene que existir un primer motor capaz de conferir movimiento a las cosas sin que él mismo esté en movimiento. Tal motor inmóvil es Dios. Pero sería erróneo atribuir a Aristóteles la noción de una divinidad creadora del mundo. Dios no es la causa inicial, sino la final; no es lo que ha dado vida y origen al mundo por el simple hecho de que, para Aristóteles como para todos los griegos, el mundo siempre ha existido y no ha sido en ningún modo creado. Dios es el punto de llegada, la meta final a la que tiende toda la realidad. Lo que es bello atrae, aunque sin moverse; lo amado atrae al amante como un imán; lo perfecto (y por lo tanto inmóvil) es por definición atractivo. (De la Metafísica.).

El movimiento de los astros es circular y perfecto.

  • Hay algo que se mueve siempre con un movimiento continuo, y ese algo es el movimiento circular (esto no sólo resulta del razonamiento, sino que es también un dato de hecho); por esto, el primer cielo debe ser eterno.
El movimiento de los astros presupone algo que los mueve sin estar a su vez en movimiento.

  • Hay, pues, también algo que mueve. Y puesto que lo que al mismo tiempo es movido y mueve es un término intermedio, debe necesariamente haber algo que mueva sin ser movido y que sea eterna sustancia y acto.
También la belleza, desarrollando el deseo, mueve (atrae) sin moverse.

  • Y lo que mueve así es, precisamente, el objeto del deseo y el de la inteligencia, puesto que mueven sin ser movidos. Su principio es idéntico: objeto del deseo es, en efecto, lo que a nosotros nos parece bello; y lo bello es realmente el objeto propio de la voluntad racional. Somos, en efecto, atraídos por algo por el modo en que ese algo nos parece ser, y desde el momento en que el principio del deseo es la inteligencia, no nos parece así porque nos sintamos atraídos.
Del mismo modo, la inteligencia es puesta en movimiento por la investigación de la sustancia esencial de las cosas, de por sí eterna e inmutable y, por lo tanto fija.

  • De tal modo, pues, la inteligencia es empujada por lo inteligible, e inteligible de por sí es también la serie de opuestos: en esta serie, la sustancia ocupa el primer puesto y, ulteriormente, en el ámbito de la sustancia, tiene el primer puesto la sustancia que es simple y en acto… Pero también lo bello y lo que es deseable por sí mismo se encuentran en la misma serie: y lo que viene antes en la serie siempre es, relativamente, lo mejor o lo superior.
También la causa final a la que las cosas tienden es inmóvil e independiente de la historia.

  • Que la causa final compete a las cosas inmóviles resulta claramente de la distinción entre aquello a lo que la acción tiende y lo que la acción obtiene: en el primer caso, el fin es inmóvil; en el otro, no.
Dios es motor inmóvil y causa final.

  • Y una tal causa (el primer motor) mueve como mueve el objeto del amor y, a través de lo que es movido por ella, mueve a todo el resto.
El movimiento, incluso el perfecto de los astros, es siempre una forma de devenir, aunque sea respecto a su posición en el espacio.

  • Lo que se mueve puede también ser distinto de como es; así que si el primer movimiento por el cual los cielos son movidos es la traslación, entonces ellos, en cuanto se mueven, pueden serlo distintamente, según el lugar, pero no según la sustancia.
Pero el primer motor, lo que mueve sin ser movido, no conoce el devenir.

  • Pero puesto que hay algo que se mueve, siendo esto mismo inmóvil y estando en acto, esto no puede ser en ningún caso distinto de como es. El primero de los cambios es, en efecto, el movimiento de traslación, y la circular es su primera forma: y éste es el movimiento causado por el primer motor.
El motor inmóvil (o causa final) es lo que empuja a las cosas a ser lo que son.

  • El motor, pues, existe por necesidad, y en cuanto tal es bello y, en este sentido, es principio de todo. Y la necesidad se puede definir en modos distintos: puede expresar la fuerza contraria a la inclinación natural, o aquello sin lo que no existe ni el bien ni la perfección de algo, o lo que no puede ser en absoluto distinto de como es.
Así pues, Dios es la condición de ideal y eterna perfección a la que tiende el mundo.

  • De un principio similar dependen, pues, el cielo y la naturaleza. Y su modo de vivir, que a nosotros se concede por breve tiempo, es el mejor posible. Y en aquella condición, Él es siempre (lo que sería imposible para nosotros), pues su actividad es también placer…
Dios es pura inteligencia, pensamiento que se piensa a sí mismo.

  • Por sí mismo, el pensamiento tiene por objeto dilucidar lo que es mejor posible para sí mismo; y en el sentido más pleno, el pensamiento tiene por objeto lo que es excelente en el sentido más pleno. La inteligencia se piensa a sí misma sustituyéndose por lo inteligible y, en efecto, se hace ininteligible a sí misma en el acto de tocar y comprender su objeto; así que la inteligencia y lo inteligible se identifican.
Incluso la inteligencia humana no es nunca potencial, sino siempre en acto: no es posible conocer una cosa sólo <potencialmente>.

  • La inteligencia, pues, es lo que está en condiciones de recibir lo inteligible y la esencia, pero es en acto cuando los posee: y más que la capacidad, es esta posesión la que parece formar lo que la inteligencia tiene de divino; y la actividad del pensamiento es la mejor y la más placentera cosa posible.

42 La virtud está en el justo medio.

EL PROBLEMA: ¿En qué consiste la virtud? ¿Existe una regla general de comportamiento?
LA TESIS: Así como la salud del cuerpo está determinada por el equilibrio fisiológico de sus componentes, del mismo modo la virtud consiste en la disposición a elegir el justo medio. Esta capacidad, que se adquiere y desarrolla con el ejercicio, excluye sistemáticamente los vicios contrapuestos del exceso y el defecto, y realiza una mediación bajo el control de la razón. La valentía, por ejemplo, es la virtud media entre temeridad y cobardía. Los fragmentos que siguen han sido extraídos de la Ética a Nicómaco.

La salud depende del equilibrio de los hábitos de vida.

  • Ante todo, debemos notar que las acciones están sujetas a volverse imperfectas o por exceso o por defecto (para que nos sirvan de testimonios evidentes en torno a cuestiones oscuras), como podemos ver a propósito de la fuerza y de la salud: en efecto, la fuerza se perjudica tanto por el exceso como por la falta de ejercicio gimnástico, y paralelamente, la sobreabundancia o la parquedad en el beber y en el comer arruinan la salud, mientras que la justa proporción la produce, aumenta y preserva.
También la virtud consiste en un equilibrio entre tendencias opuestas.

  • Así ocurre también respecto a la moderación, la valentía y las demás virtudes. En efecto, quien huye o teme cualquier cosa y nada afronta, se vuelve tímido; quien en cambio no teme a nada, sino que arremete contra todo, se vuelve temerario; paralelamente, quien goza de toda suerte de placer y no se abstiene de ninguno se vuelve intemperante; quien, en cambio, los rehúye como hacen los rústicos, se vuelve insensible; es decir, la moderación y la valentía se arruinan tanto por exceso como por defecto, mientras que la vía intermedia los preserva.
Tanto el exceso como el defecto son negativos.

  • La virtud es, por lo tanto, una disposición del propósito consistente en el término medio respecto a nosotros mismos, definida por la razón y como el hombre sabio la determinaría. Es un término medio entre dos vicios: uno el del exceso y otro el del defecto; precisamente, mientras que algunos vicios lo son por defecto, otros lo son por exceso de lo que se debe hacer, sea en las pasiones o en las acciones; la virtud, en cambio, encuentra y elige el justo medio.
En ética, el más alto valor es el término medio.

  • Por esto, según su esencia y según la razón que establece su naturaleza, la virtud es un término medio, pero respecto al bien y a la perfección es el punto más elevado.

BREVE VOCABULARIO ARISTOTÉLICO

SUSTANCIA

Literalmente, <lo que está debajo>. Es el concepto cardinal de la metafísica aristotélica, y es también el más ambiguo y complejo. Sustancia es cada ente, cada individuo, cada cosa que existe per se: es decir, que no posee naturaleza accidental o eventual, sino necesaria. Sustancia es, por lo tanto, todo lo que tiene una vida propia, goza de determinadas propiedades, puede sustituir al sujeto en la práctica lingüística y posee una (y una sola) esencia, junto a una variable cantidad de accidentes.

ESENCIA

Hablamos de esencias siempre que respondemos a la pregunta <¿Qué es?> Por ejemplo: <¿Qué es un estudiante?>, <¿Qué es un profesor?>, <¿Qué es un presidente?>. Describimos las esencias produciendo definiciones. La esencia necesaria de una cosa –es decir, la descripción de su naturaleza íntima y sin la que dejaría de ser lo que es- coincide con la sustancia. Se puede describir la esencia como lo que permanece y queda inmutable a pesar del cambio. Especificar la esencia resulta sencillo en algunas áreas del saber (por ejemplo, matemática y geometría), pero es más difícil en otras: definir qué es el amor y la vida es enormemente más complejo que definir la noción de triángulo.

ACCIDENTE

Es lo que en una sustancia puede ser y no ser, las cualidades que dependen de lo casual, del azar, de las variaciones individuales. La edad, la belleza o el humor de un individuo son accidentales, así como la medida de los ángulos de un triángulo (mientras que es esencial que estos ángulos sean tres y que sumen 180 grados). Toda sustancia consiste en una esencia necesaria más un cierto número de cualidades accidentales.

CATEGORÍAS

Las reglas fundamentales, los modos más generales, las nociones básicas que para Aristóteles estructuran ya sea el lenguaje, el pensamiento o la realidad misma. Una adecuada red de categorías debería estar en condiciones de especificar todo lo que se puede decir de un objeto. Aristóteles propone la siguiente tabla de categorías: sustancia, cualidad, cantidad, lugar, tiempo, relación con el entorno, acción en acto, acción inmediata.

CAUSA

Es todo lo que responde a la pregunta ¿Por qué? Según Aristóteles, todo el conocimiento puede ser definido como la comprensión de por qué ocurren los fenómenos, aunque éstos no tengan una sola causa. Hay que distinguir entre causas materiales (la materia de la que las cosas están compuestas), causas eficientes (las que las producen), causas formales (la estructura, la organización interna) y causas finales (el objetivo, el fin por el que una cosa existe). Las dos primeras tienen carácter accesorio, mientras que las últimas son fundamentales. Aristóteles, en efecto, relaciona el concepto de sustancia con el de causa: comprender la verdadera causa de un hecho es intuir su esencia, su especificidad y su necesidad.

MATERIA/FORMA

Cualquier objeto está formado por una materia y una forma. Ésta no indica el aspecto exterior y visible, sino la estructura, la organización interna que hace a ese objeto ser lo que es. La materia es pasiva, mientras que la forma coincide con la esencia necesaria. La forma de un animal, por ejemplo, indica la especie a la que pertenece.

POTENCIA/ACTO

La potencia indica la posibilidad de la materia para adquirir una determinada forma. El acto indica la realización de esta posibilidad. La potencia está en la materia como el acto está en la forma.


 TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO