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NUMEROLOGÍA



Pitágoras imaginaba la existencia de relaciones psicológicas entre los números y llamaba números amigos a aquellos que estaban formados por la suma de los divisores del otro. Asimismo, distinguía entre números masculinos (los impares, considerados perfectos) y números femeninos (pares e imperfectos). Aristóteles afirmó que, según los pitagóricos, <la justicia era una propiedad particular de los números; otra propiedad era el alma; otras, la oportunidad y la inteligencia; se puede afirmar que encontraban, para cada cosa, una similitud con los números>. Esta forma precientífica de entender las matemáticas desembocó en la numerología, la doctrina que afirma la existencia de un poder mágico de los números detectable a partir de correspondencias precisas con el mundo natural y divino. Hoy en día, la numerología sigue siendo una de las parcelas más frecuentadas por la magia (-->) y sobrevive en las creencias comunes como las supersticiones (por ejemplo, la idea según la cual el 13 trae mala suerte). Desde el punto de vista crítico, el filósofo que más se dedicó a intentar comprender los orígenes y el significado de la numerología fue E. Cassirer (Filosofía de las formas simbólicas, 1921).

El número uno desempeña, en la tradición mágico-pitagórica, un papel absolutamente excepcional. De hecho, no es ni par ni impar, así que Pitágoras lo denominó parimpar. En realidad ni siquiera es un número verdadero, sino que representa el concepto mismo de la unidad (el generador, la madre de todos los números) y, por tanto, es radicalmente diferente del resto de cifras que, por su naturaleza, expresan algo múltiple. Con Pitágoras se inauguró la mística de la unidad, destinada a tener un gran futuro. Por ejemplo, en el s. II d.C., el filósofo neoplatónico Plotino llegó a considerar el Uno como el arquetipo (-->) de la divinidad.

La triplicidad, al estar íntimamente relacionada con el prestigio teológico de la unidad, representa en cierto sentido su extensión. Dios es uno y trino en la religión cristiana, pero también en muchas otras confesiones no monoteístas (la trimurti oriental, por ejemplo) existen tríadas divinas.

La duplicidad, al ocupar una posición intermedia entre dos entes de gran prestigio mágico como son la unidad y la triplicidad, se ha cargado con un valor negativo que, aún hoy en día, está presente de forma residual en el lenguaje (existe una doblez moral). Pitágoras desconfiaba del dos, el primer número par (por tanto femenino e indeterminado) y pensaba que, de alguna forma, le faltaba algo. Según su parecer, el dos era la opinión contrapuesta al verdadero saber (que siempre es único).

Casi siempre se ha recurrido a la cuadruplicidad para representar el mundo concreto y real; lo creado, en contraposición al momento de la creación; la experiencia humana, en oposición a la divina: cuatro son las estaciones, los elementos (-->) de la naturaleza, los humores (-->) del cuerpo, las edades de la vida.

Son menos evidentes las razones que han convertido el siete en el <número perfecto>. Pitágoras lo define como el momento justo, pero el prestigio del septenario es mucho más antiguo: por ejemplo, en la Biblia, la expresión <setenta y siete veces siete> se usa como sinónimo de infinito.


TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO